REPORTAJE

Lo que Bernard se llevó... del zoo de Córdoba

El viento huracanado de la semana pasada tumbó unos 30 árboles de este parque, entre ellos, una palmera que derribó la valla de los arruis y una acacia del lago japonés que deberán reponerse

A diferencia de la Ciudad de los Niños y el Jardín Botánico, el centro de conservación reabrió sus puertas a los pocos días

Araceli R. Arjona

Araceli R. Arjona

Hay sitios que nunca cambian y otros, como el zoológico de Córdoba, que siempre están en movimiento. Desde que se inauguró a finales de los años 60, no ha dejado de transformarse hasta convertirse en el centro de conservación animal que es hoy en día. Nacido en plena dictadura, gracias al impulso del taxidermista Juan Barasona que, según el NODO de la época, donó el león y otros ejemplares con los que echó a andar el parque en 1968, ha sabido adaptarse a los tiempos sin dejar de ser un espacio cien por cien público.

Habitado por más de 500 ejemplares de un centenar de especies distintas, el espléndido bosque en el que se enmarca sufrió la semana pasada el devastador efecto del huracán Bernard, del que aún no se ha recuperado. El director del zoo de Córdoba es Antonio Torrecilla y recuerda la tensión que se vivió aquella tarde. «Cuando hay tormenta o vientos tan fuertes como los del otro día los animales se agitan, se ponen muy nerviosos», explica, «todo el personal estaba pendiente por si caía algún árbol en las instalaciones de los animales y el riesgo de que sufrieran algún daño si les caía encima y por la posibilidad de que se escaparan». Solo los arruis, un tipo de cabra del Atlas que habita en la zona oeste del zoo, se vieron afectados de lleno en su habitáculo, al caer una enorme palmera que destrozó la valla que lo bordea, lo que obligó a actuar rápido para volver a cerrar el perímetro.

Entre 20 y 30 árboles deberán replantarse

Afortunadamente, los animales estaban lejos del vallado y no se vieron afectados. En total, calculan que entre veinte y treinta árboles de distinto porte se vieron afectados por Bernard, entre ellos, olmos, falsas acacias, un algarrobo y un pequeño pomelo-limonero que aún está tirado en el suelo. «No damos abasto para retirar las ramas y árboles y este cítrico, que es un árbol singular, queremos replantarlo de nuevo», afirma el director, que celebra que el gran ciprés de los pantanos, un árbol único en Córdoba, permanezca incólume en su sitio, el espacio reservado a las tortugas invasoras. Los que se cayeron deberán ser repuestos por árboles similares, que contribuyan a reproducir el hábitat original de los animales del zoo.

El lago japonés, en el que viven cisnes y patos, también sufrió el derrumbe de una acacia que luce aún atravesada sobre el agua, y en el entorno de la ladera, donde habitan especies ibéricas como el lobo, que tiene a las cabras ibéricas como vecinas de descansillo, se acumulan montones de ramas rotas pendientes de su retirada. «Nuestra prioridad era reabrir cuanto antes y por eso hemos hecho un sobreesfuerzo», afirma Torrecilla, «solo cerramos tres días, lo justo para quitar los troncos y ramas del paso, había muchas visitas de escolares organizadas y no queríamos faltar al compromiso de que este espacio esté siempre abierto a la ciudadanía». 

Bernard cerró las puertas del zoo, el Jardín Botánico y la Ciudad de los Niños, aunque de momento, solo el zoo ha recuperado la actividad normal. De ahí que este domingo, su día grande, el parque estuviera aún más lleno de lo habitual. «Nos encanta venir al zoológico, venimos una vez al mes, pero este domingo era obligado porque no hay mucho donde elegir para ir con los peques», explicaron Mariló y Bea, que ayer acudieron con sus hijos al parque. 

Jirafas del zoo de Córdoba, uno de los animales que más gusta.

Jirafas del zoo de Córdoba, uno de los animales que más gusta. / Francisco González

"Los animales que tenemos aquí no sobrevivirían en la Naturaleza"

Las jirafas, el leopardo y los monos son algunos de los animales más populares entre los niños que acuden al zoo de Córdoba, del que su director destaca su papel conservador de especies, regulado por la ley de zoológicos de 2003, que obligó a llevar a cabo la gran reforma de las instalaciones. «Mucha gente no sabe la función que tiene este parque», comenta, «todos los animales que tenemos aquí no podrían sobrevivir en la Naturaleza». Algunos son animales irrecuperables que han sido heridos o sufren alguna patología, otros son ejemplares que han sido incautados en la frontera o retirados al detectarse que se trafica con ellos o una tenencia ilegal y también hay determinadas especies que se mueven de unos centros de conservación a otros para propiciar la mezcla genética que permite la cría de ejemplares sanos que se dejan libres en su hábitat natural. Además de Flavia, la elefanta que se convirtió en símbolo del zoo y de la que hay una escultura homenaje obra de José María Serrano, cada vecino del parque tiene una historia.

En las instalaciones del lince, viven dos ejemplares, una hembra con epilepsia y un macho con una patología testicular que les impide reproducirse. Las águilas imperiales viven separadas porque una estaba improntada (humanizada) y no es seguro que viva con un macho salvaje. Los leones proceden de un circo francés, donde no pasaron sus mejores días, y del que fueron rescatados antes de llegar a Córdoba. Los flamencos llegaron del anillamiento de Fuente de Piedra, en el que algunos ejemplares resultaron heridos, eran muy pequeños o se rezagaron y no llegaron a emigrar. La mayoría de los reptiles que viven en la pajarera, entre ellos, un lagarto de chaquira y una pitón, son fruto del gusto exótico de quienes quieren mascotas poco habituales y fueron incautados por la Policía y la Guardia Civil. 

Las condiciones de habitabilidad de cada especie así como su dieta diaria siguen un riguroso control. No en vano, la factura de alimentos, entre piensos, carnes, verdura y fruta supera los 200.000 euros anuales. Mejor no echarles comida extra. Pasear por el zoo de Córdoba sin prisas supone una lección didáctica sobre las curiosidades de los animales y también sobre cuestiones básicas como el reciclaje que llaman la atención de los niños. "Mira mamá, un pañal tarda 450 años en desintegrarse", se oía ayer al paso del árbol dedicado a este fin. En la granja, los grupos de escolares aprenden cuáles son los animales domésticos y hay grupos con necesidades especiales que acuden a sesiones con lemures, una especie muy sociable, con la que interactúan y les ofrecen un enriquecimiento alimenticio a base de fruta.

La próxima incorporación a la gran familia del zoo será un rinoceronte indio, cuyas instalaciones aún están en obras, al que se espera para principios de año. Vendrá de Polonia solo, «pero una vez se adapte, intentaremos traer un segundo». Salvo el leopardo de Sri Lanka, que mató a su pareja en otro zoo y vive solo, se intenta que todos tengan compañía. Y a ser posible, que se reproduzcan.

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