Crónica

Día grande de Flora, el festival de la tranquilidad

El certamen atrae a cientos de personas que hacen cola para conocer sus instalaciones en una mañana brillante

Rafael Verdú

Rafael Verdú

Todo fluye y confluye en el patio de la Mezquita. Hay tortilleros del Santos, invitados de boda de copete y sus novios, policías a caballo, un perro cojo, cicerones con prisas, cuñados, idiotas con paraguas -de esos solo uno, el que esto suscribe-, ministros de la belleza, gente sabia -"vámonos a Los Mosquitos"-, palestinos del Campo de la Verdad, parejas de tres, hombres, mujeres y persones. El sol brilla, y cuando brilla sol también sonríe la gente, como los girasoles. Que lástima que no sepamos hacer la fotosíntesis. Hasta el río viene con más prestancia, se parece a un río. Hay guerra en el mundo, pero eso debe de ser en otro mundo. Igual un kilómetro más p'allá de la Puerta de Santa Catalina

Ahí, en esa burbuja de paz, abundan los floristas. Va en cursiva para que no se confundan. Los floristas no venden flores, ni hacen negocio con ellas, ni se las comen. Las admiran. Los floristas son turistas de las flores. Es un invento nuevo que triunfa porque a nadie se le había ocurrido antes.

Había turistas de playas -son legión-, de monumentos -un regimiento-, de gastronomía y enología, de naturaleza y de montañas, de cementerios... Y ahora también de flores, que encuentran en Córdoba su Meca mientras dura el festival Flora. Este sábado ha sido su día grande, y bien grande.

Duramen

Es curiosa la instalación del patio de los Naranjos. Allí los turistas de turismo se confunden con los invitados de boda y los floristas. Entras y ves algo así como un brocal de un pozo enorme, y no mucho más. Se titula Duramen y simula la sección transversal de un tronco. Se aprecia mejor desde arriba, en vista cenital que diría un pedante. Como las líneas de Nazca, que diría otro compadre igual. Con un dron se vería estupenda, pero cualquier saca uno en la Mezquita. A la cárcel vas. Los organizadores de Flora deben de conocer bien las leyes y por eso han puesto unas plataformas elevadas al lado del tronco para que los floristas se hagan selfies. Ahí sí hay colas para subir. Los floristas las hacen en paz y armonía, y con gusto. Como debe ser.

También para el Arqueológico

Hay que esperar también para entrar al Arqueológico, donde puede verse una instalación que convive con piezas milenarias. Se intitula Flor negra, pero de negro tiene poco. Las cosas del arte moderno. Allí un gigantesco capitel corintio sirve de poyete para el móvil de los floristas, que aseguran con la certeza que te da Google que "este ha ganado el primer premio". "Ah, pero ¿aquí se dan premios? ¿Quién lo ha ganado?". Tadado Cern. ¿Ta qué? Ta Flora

Entrevista con la directora

«Flora no se entiende sin Córdoba», según subraya en una entrevista con Efe la directora del festival, María Van den Eyden, quien recuerda que cuando el promotor privado del evento Zizai Cultura llega a la ciudad en 2016 se queda impresionado «por toda la cultura que hay de la flor y por todo el patrimonio que hay alrededor de la fiesta de los patios».

Por ello, el festival, que cumple su sexta edición de manera ininterrumpida excepto en 2020 por la pandemia, «tiene todo el sentido aquí en Córdoba» y es también «una manera de desestacionalizar el turismo» y de «proponer otro tipo de recorridos a la gente» que visita una ciudad tan patrimonial como la cordobesa.

Con una afluencia de visitantes que se acerca a las 200.000 personas en cada edición, el festival muestra que está ya «muy consolidado» y la respuesta de la sociedad cordobesa este año ha sido «sorprendente» para los organizadores, ya que «hay un montón de acciones» organizadas de forma paralela por «ciudadanos, comercios o resturantes» que «han hecho platos o cócteles» para estas fechas concretas y hasta «un concurso de escaparates» con motivos florales.