TESTIMONIOS | La cara y la cruz

Transexualidad en los centros educativos cordobeses: una década a la espera del cambio

Rocío vive en Montilla y tiene un hijo trans de 13 años que ha tenido que esperar casi 10 años para que todo el mundo lo llame por el nombre con el que se siente cómodo | Hugo, de Pedro Abad, tiene ahora 20 años e inició su etapa de tránsito cuando tenía 17

Mario y su madre, Rocío, en Montilla.

Mario y su madre, Rocío, en Montilla. / JOSÉ ANTONIO AGUILAR

Araceli R. Arjona

Araceli R. Arjona

Los protocolos de actuación no siempre se aplican con la celeridad que deberían. Rocío vive en Montilla y tiene un hijo trans de 13 años que ha tenido que esperar casi una década para que todo el mundo lo llame por el nombre con el que se siente cómodo. «A los tres años ya no quería vestidos ni que lo tratara como a una niña», recuerda su madre, que reconoce que al principio ella misma pensó que sería algo pasajero. 

Aunque asegura que en varias ocasiones se dirigió a los tutores de Mario para pedirle que le cambiaran el nombre, no supo hasta hace dos años, tras contactar con la asociación TT Córdoba, que existía un protocolo específico para estos casos. «Esta situación le acarreó problemas de integración en Infantil y Primaria con otros niños», relata, algo que se ha solucionado después de que el año pasado por fin lograra el cambio de sus datos, recibiera autorización para entrar en los baños de chicos y tras repetir curso, cambiara de compañeros. «Ahora es otra persona, se le ve más tranquilo y contento». Consciente de las dificultades a las que se enfrentan los niños trans y los padres cuando no tienen información, Rocío cuenta su caso «para que se sepa que tienen unos derechos reconocidos y que los centros están obligados a protegerlos y a cumplir los protocolos». El año que viene, Mario pasará al instituto. «Esta es una edad muy complicada, solo espero que se integre bien, que lo respeten y que no lo discriminen ni nada», dice su madre sincera.

Desinformación

A veces la desinformación o los prejuicios impiden a los profesores ayudar y otras son los que tienden la mano al alumnado. 

Hugo es otro chico trans de Pedro Abad que ahora tiene 20 años y que inició su etapa de tránsito cuando tenía 17. Su caso es muy distinto. «Me di cuenta de lo que me pasaba gracias a una profesora a la que estoy muy agradecido», explica, «dio una charla sobre las personas lgtbi en el instituto de Bujalance, donde estudié, y cuando la escuché supe que lo que me pasaba no es que fuera una chica lesbiana, como había creído siempre, sino que era un chico trans». Había tenido disforia hacia su cuerpo, no le gustaba que le llamaran como chica, pero sin referentes sobre transexualidad más allá de los estereotipos más antiguos, «no me quejaba, no sabía lo que me pasaba y pensé que era un problema mío». 

Después de la charla, habló con la profesora, que le puso en contacto con la asociación TT Córdoba, donde conoció a otras personas trans, y le orientó sobre los pasos que tenía que dar para cambiar su nombre, solicitar la hormonación y demás. «Algunos maestros no querían ponerme Hugo en los exámenes y ella me ayudó». Su familia, al principio, no se lo tomó muy bien, «tuve varias peleas con mi madre porque ella no entendía lo que me pasaba ni quería que hiciera el tránsito, tenía miedo de que el tratamiento de hormonas me pudiera afectar de alguna manera», comenta. Eso también ha cambiado. Ya tiene todos los papeles en orden y su nombre en el DNI. «Ahora puedo ser quien soy». 

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