Los oficios tradicionales ligados a la vida cofrade y a la Semana Santa merecen un capítulo aparte dentro de esta guía. Al menos, por cuatro características que, siempre en líneas muy generales, los diferencian de otros grupos de esta actividad ya de por sí peculiar. En primer lugar, una clientela muy concreta y diferenciada: el propio mundo cofrade, con una demanda con sus propios ritmos y reglas y que nada tiene que ver con el resto de consumidores de artesanías.

En segundo lugar, por la actual pujanza de las cofradías y, con ellas, de las artes y artesanías ligadas, algo positivo si se tiene en cuenta la época dorada que viven las hermandades, aunque de la misma forma está sujeta a reveses como con la crisis del 2008, que obligó a las corporaciones a derivar sus esfuerzos hacia la obra social, o con la crisis socioeconómica del covid-19, que ha mermado los ingresos de las hermandades repercutiendo, como se ha dicho, en las artesanías cofrades.

Taller de bordado de Antonio Villar. Córdoba

Un tercer punto diferenciador de estos oficios es la dificultad de encontrar en ocasiones una división clara en la actividad, a veces a caballo entre la artesanía más clásica y especializada (doradores) y el arte en sí, como al hablar de imagineros y tallistas, más aún cuando el profesional combina ambas facetas, en los casos en los que el artesano no se centra exclusivamente en la Semana Santa o en aquellos difíciles de encuadrar porque necesitan varias disciplinas para completar la obra, como por ejemplo los artesanos de tambores en Baena.

Un último punto diferenciador de las artesanías cofrades en Córdoba es, y siempre en líneas generales, su volumen exportador, especialmente en facetas como la orfebrería, la talla, la cerería… algo que se trata más específicamente, junto con el impacto económico de la producción artesanal sacra en Córdoba.

"Un punto diferenciador de las artesanías cofrades en Córdoba es, y siempre en líneas generales, su volumen exportador, especialmente en facetas como la orfebrería, la talla, la cerería..."

Posiblemente, puede añadirse un quinto elemento que marca distancias entre los oficios cofrades artesanales de Córdoba respecto a los del resto del sector: su sorprendente y escasa presencia en el Registro de Artesanos oficial de la Junta, mucho más extraño si se tiene en cuenta la ingente actividad y prestigio de los profesionales cordobeses. Así, llama la atención no encontrar nada más que un imaginero inscrito, cuando Córdoba es un referente internacional en esta especialidad, un solo orfebre (puede decirse exactamente lo mismo), un especialista en la fabricación de capirotes en Puente Genil (Los Capiroteros), 11 artesanos en talla de madera pero la práctica totalidad de ellos especializados en el mueble y decoración (no en obras para cofradías) y ni un solo artesano, empresa o taller en capítulos como el dorado, cerería o la elaboración de bordados, cuando en esta última actividad citada, y como contraste, en el resto de Andalucía hay inscritos cinco bordadores y talleres de Málaga, cuatro de Sevilla, dos de Granada y uno de Huelva.

Rafael Barón, dorando el Santo Sepulcro, en una imagen de archivo. Córdoba

Imaginería y talla

Pero pasemos a dar un rápido repaso a las principales artesanías del género y a sus protagonistas comenzando por el taller de imaginería y el de talla, entre los que a veces no hay una frontera categórica. Y nada mejor que arrancar con el prestigio nacional e internacional de Antonio Bernal y Francisco Romero Zafra (dignos sucesores contemporáneos en la ciudad califal de Juan de Mesa y Martínez Cerrillo), ambos con una serie de obras desde los años 90 desperdigadas por toda la geografía nacional e internacional y con piezas hasta reclamadas en México o Filipinas.

Invitar al lector a que haga una simple búsqueda en internet no es una excusa para evitar dar una interminable relación de trabajos señeros, sino una manera de impedir que la lista cope todo el espacio en esta guía sin dejar sitio a la imprescindible mención de José Antonio Cabello Montilla, que no se queda corto en materia de creación de obras encargadas desde fuera de Córdoba, o los ya consagrados alumnos de Romero Zafra, como son Alfonso Castellanos, Juan Jiménez y Pablo Porras.

El imaginero cordobés Luis Agudo, con una talla de Jesús Resucitado. Córdoba

Pero también están Pedro García Velasco, que compagina la imaginería con la escultura, además de autores de la categoría de Rafael Gata, Miguel Ángel González Jurado (el único de sus colegas actualmente en el Registro de Artesanos de la Junta), Pedro Pila, Luis Agudo o un joven José Antonio Álvarez, entre otros. Más allá en la provincia es preciso citar al imaginero lucentino Javier López de Espino o, desde Villa del Río, a Sebastián Montes con sus obras para La Agonía y la Entrada Triunfal, así como Salvador Guzmán, desde Cabra.

Tallistas

La otra parte de este capítulo de fronteras diluidas de la gubia la componen artesanos más centrados en la talla, también con hitos en la lejana y cercana tradición, como en el siglo XX Francisco Moreno Anguita o los desaparecidos talleres Santa Águeda (paso de misterio de La Paz). Mención especial se merece los talleres de Andrés Valverde, el artista-artesano fallecido en abril del pasado año, tallista con estilo propio cordobés y a contracorriente, autor de esa joya que es el nuevo paso del Nazareno y auténtico libertador de la Semana Santa de Córdoba de aquella dictadura del pantógrafo, instrumento que durante décadas creaba detalles industriales hasta el aburrimiento.

El tallista cordobés José Carlos Rubio Valverde realiza un águila, en una imagen del 2020. Córdoba

Sin embargo, los tallistas de la Córdoba de hoy llegaron de las sucesivas escuelas-taller de La Merced, iniciativas formativas que lograron convertir la tragedia del incendio de La Merced de 1978 en semillero del presente y futuro de una floreciente industria artesana cofrade cordobesa. Son los casos, entre otros, de José Carlos Rubio, cuyo nuevo paso de El Rescatado vino a sustituir nada menos que a una obra de Antonio Castillo Ariza. O José María Higuera, con trabajos como el paso de misterio de Jesús del Silencio (El Amor) o más recientemente el paso de San Rafael, aún sin dorar.

No puede cerrarse este capítulo sin nombrar a Manuel Jurado y Miguel Ortiz, también deudores de las escuelas-taller de La Merced, y con una capacidad creativa, innovadora y a la vez de adaptarse a estilos concretos que ha quedado patente en obras como la del paso del Prendimiento (rococó francés) o los retablos de La Cena en Beato Álvaro y el de la iglesia del Buen Pastor (San Roque). Ya en la provincia, hay que citar desde Priego el taller de Hermanos Cubero, el de Antonio Manuel Serrano Ávila o el del también restaurador y dorador Rafael Molina.

Doradores

Y ya que recientemente hemos hablado del legado de las escuelas-taller de La Merced y del paso pendiente de dorar de San Rafael, no viene mal recordar el oficio artesano cofrade de dorador, con orígenes tan lejanos como Mesopotamia y Egipto, pero que en la Edad Media y, sobre todo, en el Barroco tuvo su referente y su máxima expresión técnica y artesana. Este oficio, en el siglo XX ligado a talleres multidisciplinares como el de Antonio Castillo Ariza, cuya tradición preservan sus sobrinos Gabriel y Antonio Castillo, también tuvo como referente al taller de Miguel Arjona o el del propio Juan Martínez Cerrillo, que usó la técnica para enriquecer algunas de sus imágenes.

Hoy, además, hay que nombrar el taller de San Mateo, dirigido por Ángel María Varo, y a los formados en las escuelas-taller de la Merced, como Elisa del Río, Rafael González, Paqui González o Rafael Barón, manteniendo este último su actividad y con obras como la culminación de la urna del Santo Sepulcro, el camarín de la Virgen del Carmen de San Cayetano o el paso de Jesús de la Sangre.

Orfebrería

Junto a la imaginería, la orfebrería cofrade cordobesa ha sido y es referente nacional e internacional. Imprescindible citar como figuras históricas de la orfebrería cordobesa en el Renacimiento y el Barroco a Juan Ruiz El Vandalino o Damián de Castro, al igual que dejaron huella y escuela en el siglo XX las trayectorias de Francisco Díaz Roncero y Emilio Aumente, así como el taller de los Hermanos Lama, Alfonso Luque o los Hermanos Zamorano.

Pero quizá lo más importante es que la nueva hornada de orfebres no desmerece del pasado, y en muchos casos sus talleres acumulan pedidos de toda España, a meses y hasta años vista, haciendo honor a un oficio artesanal cuyo principal sello es el origen: Córdoba. Hablamos de Emilio León, Antonio Cuadrado, Manuel Aguilera, José Navarro, Daniel Porras, Jesús Amaro, Jesús de Julián o, ya uniendo la orfebrería y la joyería, Manuel Valera, que le convierten en el artesano-artista preferido para obras como las preseas de las coronaciones canónicas del Carmen de San Cayetano y la Virgen de La Paz.

Detalle de un trabajo de orfebrería y joyería en el taller de Manuel Valera. Córdoba

Bordado

Respecto a la artesanía del hilo y la aguja en sus dos grandes técnicas, la de aplicación o recorte y la del bordado propiamente dicho, en la primera destaca Enrique Ruiz Flores, que ha dignificado el trabajo recuperando técnicas de siglos que no desmerecen por su calidad y autenticidad de ninguna otra.

Respecto al bordado en sí, la tradición en Córdoba se remonta al siglo XVI, la mayoría de las veces de manos de comunidades de religiosas de distintas órdenes como las Adoratrices, las Madres Filipensas del Buen Pastor o las del recientemente desaparecido convento de Santa Isabel de los Ángeles (San Pancracio).

"Respecto al bordado en sí, la tradición en Córdoba se remonta al siglo XVI, la mayoría de las veces de manos de comunidades de religiosas de distintas órdenes"

Precisamente, en Las Adoratrices se formó Paquita Aguayo, que marcó una época en los años 80, junto a Antonio Muñoz, además de Manuel Carmona, Rafael Carmona y Eduardo Heredia, regentando, respectivamente, los talleres Artesanía San Francisco, Artesanía San Eloy y Bordados San Rafael. En la actualidad, Francisco Pérez Artés mantiene alto el listón de Córdoba con otros bordadores emergentes como Francisco Mira, Mercedes Castro, Rafael Jódar, José Luis Guerra y, ocasionalmente, el taller de Antonio Villar Moreno. Por cierto, no se ha perdido ese trabajo conjunto de antiguas comunidades de monjas cuyo relevo están tomando talleres dependientes de hermandades, como los del Descendimiento o la Archicofradía del Carmen de San Cayetano.

Cabra, Baena, Lucena...

Otra artesanía cofrade, la cerería, nos lleva de lleno a la provincia, concretamente a Cabra y a los Talleres Ridaura y Hermanos Lama, que recogen técnicas del siglo XVIII para sus reconocidos trabajos; mientras que en Lucena, y artesanía de velones aparte, el latón, el bronce y la metalurgia también provisiona de cascos romanos, corazas, glebas… Incluso arreos de cuadrigas exportados a Valencia. Es el caso de Talleres Angulo, la séptima generación de un taller que posiblemente sea el más antiguo de Andalucía en ejercicio.

Y ya hablando de la provincia, en Baena es obligado mencionar la artesanía de Enrique Luque con un taller de varias generaciones de albardoneros y guarnicioneros y que ahora surte de tambores roncos o de chillones, con técnicas multidisciplinares y elementos naturales muy distintos para cada caso, no solo a los judíos de Baena y a esta fiesta reconocida Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, sino a numerosas localidades de Córdoba, Andalucía y el resto de la Península. Es un caso similar a Jesús Gálvez, artesano de los rostrillos, que no solo es una tradición en Puente Genil, aunque en esta localidad sean emblemáticos, ya que también recibe encargos de Doña Mencía, Moriles, Sevilla, Málaga, Granada…

El Judío de Baena aglutina un conjunto de oficios tradicionales. Córdoba

Mueve 3,36 millones en la ciudad

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El peso de la artesanía cofrade en Córdoba y su carácter ‘exportador’ (sobre todo en imaginería, talla y orfebrería) dan un especial carácter a estos oficios y a sus profesionales. Los estudios de Analistas Económicos de Andalucía (AEA) de 2009 y 2019 son relevantes al respecto.

El primero, redactado en plena crisis económica, cifra en 3,36 el impacto anual en la capital de la "demanda de arte y consumibles cofrades" (en buena parte, los profesionales que nos ocupan), generando 204 empleos directos, indirectos e inducidos. El segundo informe, de ámbito provincial, sitúa en 5,8 millones anuales el gasto de contratación de servicios profesionales y artesanos. Respecto a las exportaciones, un tercio de talleres cofrades tienen fuera de la provincia más del 50% de su facturación anual, que en ocasiones llega al 90% del total.