«Cuando uno percibe que hay peligro, hay un sexto sentido y el cuerpo sabe que ahí hay algo raro. En el momento, estás haciendo tu trabajo. El problema viene después, cuando llegas a casa y te relajas, y dices ‘madre mía, de la que me he escapado’. Muchas veces parece que está el manto de nuestra patrona (la virgen del Pilar), que es la que nos protege y arropa. Estaba armado hasta los dientes, la pistola, dispuesta para disparar», recuerda el guardia civil C.O. al ser preguntado por la detención de Claudio Lavazza, el cabecilla de la ‘banda de la nariz’, en Bujalance después de que asesinaran a tiros a las agentes de la Policía Local de Córdoba María de los Ángeles García y Soledad Muñoz, atracaran la oficina central del Banco Santander y secuestrasen a un vigilante de seguridad. 

Los hechos ocurrieron el 18 de diciembre de 1996 y la provincia respiró tranquila al conocer que los cuatro criminales fueron arrestados pocas horas después de este suceso. C.O., que entonces tenía 33 años de edad, asegura que «ese día es imborrable». Tras conocer lo ocurrido, se cerraron los cruces de la provincia para tratar de localizar a los autores. La noticia circulaba en los medios de comunicación y desde el bar Siete Puertas llamaron al cuartel para alertar de que allí había un hombre sospechoso.

Según recuerda este agente, el dueño quedó extrañado cuando un cliente le pidió agua y unas magdalenas, y le quitó el papel con la boca. C.O. acudió hasta el lugar con su compañero. Señala que «las noticias que teníamos no eran claras», ya que, junto a la información interna, se escuchaban otros datos confusos. «Entré y me llevé a un señor de color para identificarlo en la cocina. Ese hombre no tenía nada que ver», puntualiza.

Uno de los atracadores es atendido tras resultar herido en el tiroteo de Los Omeyas. Francisco González

El dueño del bar le aclaró que el sospechoso era un individuo sentado junto a una cristalera. C.O. piensa que Lavazza quizá no le vio o no sabía que lo buscaba a él. «Estaba pendiente solo de la calle. Se había quedado atascado en un camino, porque aquel día llovió lo más grande», comenta en referencia al incidente que este individuo tuvo con el coche con el que viajaba. «Cuando me puse detrás de él, intentó levantarse. Le puse la mano en el hombro y se retorció un poco (sufrió heridas de bala en la mano en un tiroteo con la Policía). Entonces, vi el arma y le abracé por detrás para inmovilizarlo, y llamé a mi compañero, que estaba en la puerta en labores de vigilancia y apoyo a mi intervención». 

Este agente del Instituto armado, que recuerda por primera vez lo ocurrido para un medio de comunicación, destaca que «aquello ocurrió en un bar lleno de gente un día de lluvia», por lo que los presentes se asustaron e, incluso, algunas mujeres gritaron. «Cuando saltó la noticia (de los ocurrido en la capital) mi familia estaba tranquila pensando que estaba en el acuartelamiento. Mi hijo estaba haciendo de Niño Jesús en el Belén viviente del colegio y cuando mi mujer se enteró (de la detención en Bujalance) se llevó un susto grande». 

Una metralleta bajo la gabardina

En cuanto a los compañeros, apunta que «todos sufrimos lo que ocurrió. La primera sensación es de dolor, rabia, impotencia por muertes que no se tenían que haber producido. Se recuerda que, a pesar de la desgracia, el autor acabó entre rejas». C.O. alude, asimismo, a las graves heridas sufridas por el vigilante de seguridad al que los atracadores llevaron como rehén, Manuel Castaño, y afirma que «solo le vi el día del juicio y me quedé con las ganas de dirigirme a él y transmitirle mi solidaridad y afecto. Me emocioné tanto, que no fui capaz», subraya.

Testigo y víctima, Manuel Castaño fue retenido por los atracadores. MANUEL MURILLO

Manuel Castaño es en la actualidad secretario de la Asociación de personas con lesión medular y gran discapacidad física (Aspaym). Afirma que aquel día tenía que hacer una ruta por los pueblos, pero finalmente sustituyó a un compañero en la capital. Acudió al Banco Santander para llevar documentos y por eso bajó solo del vehículo. «No creía lo que estaba pasando. Los bancos antes de abrir al público tienen una reunión con el director. Miré por los cristales y vi que estaban reunidos. Me abrieron al tocar el timbre y nada más entrar, noté algo raro por la manera de mirarme. Estaban robando», rememora.

«Detrás de una columna estaba Claudio Lavazza, escondido con la gabardina larga y una nariz postiza, por eso le decían la ‘banda de la nariz’. Se abrió la gabardina, cogió la metralleta y me dijo ‘Tírate al suelo’. Yo no me lo creía. Me lo tuvo que decir dos o tres veces. Me tiré al suelo y me quitó mi arma. Tenían pensado llevarse al director de rehén, pero como entré yo, me llevaron a mí». Castaño llevaba seis años trabajando como vigilante. 

La banda italo-argentina fue condenada a 200 años de prisión por los delitos cometidos

La oficina bancaria se encontraba en la calle Gondomar. «Cuando vio que tardaba, el jefe de equipo se acercó y miró entre los cristales, y se dio cuenta de que estaban atracando. Fue quien dio aviso a la Policía y a nuestra central», detalla Manuel. La banda le llevó en un coche robado a punta de pistola para asegurarse la huida. «De la manera que iban conduciendo, veía que iban perdidos, nerviosos», señala.

María de los Ángeles García y María Soledad Muñoz les seguían con su vehículo. Los atracadores tenían acceso a las comunicaciones policiales gracias al empleo de escáneres. Al llegar a la avenida de América, Lavazza abandonó el coche y se escondió junto a la ermita del Pretorio para acabar con la vida de las agentes disparándoles con un subfusil.

«Él se bajó, ni sus propios compañeros esperaban lo que iba a hacer. Miramos para atrás y le pegó una ráfaga. Cuando se subió al coche, uno de ellos le dijo ‘¿Qué has hecho?’ ‘Las he matado, tira para delante’», recuerda este testigo. Al llegar a la calle de Los Omeyas, fueron interceptados por agentes de la Policía Nacional y se registró un tiroteo en el que Claudio Lavazza, Giovanni Barcia, Giorgio Eduardo Rodríguez y el propio Manuel Castaño resultaron heridos, aunque el primero logró huir.

José María Magaña, magistrado de la Audiencia. A.J. GONZÁLEZ

Un cuarto atracador, Michele Pontolillo, fue detenido nada más abandonar la sucursal, tras refugiarse en el hotel Boston. Castaño explica que se tumbó en el coche para evitar las balas, pero aún así «me llevé tres disparos». Durante su retención, temió por su vida. «Cuando me cogieron en el banco, les dije ‘Bueno, dejadme a mí’, y me dijo Lavazza ‘Cuando salgamos de Córdoba te soltamos’, pero cuando vi que las mataron pensé ‘Este es el camino. Si me sueltan, será con un tiro, eso lo tenía bien claro». 

Después de estos hechos, estuvo ingresado durante tres meses en la unidad de cuidados intensivos y un año en el hospital de parapléjicos de Toledo. Recibió las medallas al mérito de la Policía Local y de la Nacional, y Jaime Mayor Oreja le entregó la medalla al mérito en el Trabajo, como ministro del Interior, aunque «hubiera preferido no tener medallas y estar como antes», admite.  

Con la mano en el revólver

Ignacio Mata vivió aquel 18 de diciembre como oficial secretario del jefe de la Policía Local, pero ahora se encuentra jubilado. Subraya que María de los Ángeles y Soledad fueron las primeras policías locales asesinadas en acto de servicio en España y que fueron de las primeras mujeres en entrar en este cuerpo.

Ignacio Mata, oficial jubilado de la Policía Local de Córdoba. A.J. GONZÁLEZ

«Cuando llegamos al lugar de los hechos, fue tremendo. Le entraron las balas por el lado derecho del coche y le salieron por el izquierdo. Marisol tenía la mano en el revólver, pero no le dio tiempo a sacarlo, Mari Ángeles conducía. En Córdoba no había ocurrido una cosa igual», afirma. 

Sin poder contener la emoción, este compañero recuerda que «el funeral fue impresionante, vinieron compañeros de toda España». También alude al partido de fútbol organizado con la Policía Local de Castellón de Ampurias y artistas y personalidades, con el que se recaudaron cerca de treinta millones de pesetas para los dos hijos de María de los Ángeles, Rafael (que en la actualidad es empresario) y Elena (que ejerce como psicóloga en la prisión de Córdoba). A la llamada acudieron Emilio Aragón, Jesús Gil, Norma Duval y Nieves Herrero, entre otros.

Equipo participante en el partido benéfico organizado a raíz de la muerte de las dos policías locales. CÓRDOBA

Consultada por aquel 18 de diciembre, Elisa, hermana de María de los Ángeles, detalla que «la familia no vio el cuerpo. En las circunstancias que quedaron, no creo que fuera para poder verlo. A veces no sabes si es mejor, te queda la sensación de que ha desaparecido sin poder despedirte».

Sus sobrinos, que eran huérfanos de padre en el momento de los hechos, se fueron a vivir con su familia. «Están bien y trabajando los dos. Yo tenía una hija y estaba embarazada del siguiente, que nació en enero», precisa. «No hablan de lo que ocurrió. Para ellos es muy doloroso», comenta. Preguntada por el carácter de su hermana, subraya que «era muy alegre con todo el mundo y muy trabajadora». 

Este sábado se vuelve a rendir homenaje a los agentes en Los Llanos del Pretorio

De su parte, María Jesús Muñoz, la hermana de Soledad, quien estaba casada pero no tenía hijos, manifiesta que ella «era muy valiente. Era policía con uniforme y sin uniforme», explica, aludiendo a su disposición al servicio a los demás. María Jesús vio a su hermana el fin de semana previo al miércoles en que ocurrieron los hechos. Ella no se encontraba en Córdoba y apunta que «me enteré a través de la radio. Tuvimos la esperanza hasta el último momento de que no fueran ellas. Lo que hicimos a partir de entonces fue unirnos mucho. Es un dolor inmenso», asegura.

Momento de la detención de Claudio Lavazza en Bujalance. ANTONIO CARAZO

148 años de cárcel

El primer juicio a la banda italo-argentina por estos hechos se celebró en abril de 1998. Lavazza, Barcia, Pontolillo y Rodríguez fueron condenados a 148 años de prisión. Pontolillo, que solo fue hallado culpable del robo con violencia, ya ha cumplido la pena impuesta. Así, fuentes judiciales señalan que Lavazza continúa recluido (algunas fuentes señalan que está en España y desde el Ministerio del Interior, que ha sido extraditado); Barcia está en prisión en Italia, donde tenía causas pendientes, y Rodríguez cumple condena en una cárcel española

Nieves Herrero y Norma Duval, con uno de los equipos del partido fútbol organizado en homenaje a María de los Ángeles García y Soledad Muñoz. CÓRDOBA

El magistrado José María Magaña, presidente de la sección segunda de la Audiencia provincial de Córdoba, afirma que este fue su primer juicio con tribunal del jurado. «Fue muy complejo, en aquella época se enjuiciaban todos los delitos conexos y se enjuiciaron cinco o seis delitos», precisa, en referencia al robo con violencia (se llevaron unos 100 millones de pesetas del banco entre dinero, oro y joyas), las amenazas, los asesinatos, la detención ilegal y el robo de uso de vehículo de motor.

«Quisieron politizarlo, decir que eran anarquistas… Lavazza tenía una red de apoyo en Italia impresionante. Creo que no había nada, que era un poco la excusa», comenta. También recuerda que «en los jardines de la Audiencia hubo un montón de gente con pancartas durante el juicio, libertarios y anarquistas italianos. Hubo una seguridad muy grande como consecuencia de la naturaleza del delito».

Por la sala pasaron alrededor de 120 testigos y el proceso contó con cinco acusaciones particulares, además de las defensas de los encartados. «Fue complicado, pero por otro lado, apasionante. Yo aprendí en ese juicio lo que no está escrito», destaca el magistrado. 

En septiembre del 2001, la banda regresó al banquillo de los acusados para responder ante la Justicia por el tiroteo de Los Omeyas, hechos por los que fueron condenados a 52 años de prisión (de nuevo, Pontolillo no estuvo implicado). 

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25 Años del asesinato de las policías locales cordobesas, en imágenes Francisco González/Sánchez Moreno

Nuevo homenaje a las policías

Este sábado, como cada 18 de diciembre, el Ayuntamiento de Córdoba, la Policía Local, familiares y amigos de las agentes asesinadas se reunirán en el monolito ubicado en Llanos del Pretorio, a las 11.00 horas, para rendir homenaje a María de los Ángeles García y Soledad Muñoz. Una plataforma de familiares y amigos ha propuesto a los ciudadanos que quieran participar en este acto llevar un clavel blanco para realizar una ofrenda floral a las fallecidas.