Los rincones de la Córdoba islámica se imponen a partir de hoy, y hasta finales de este noviembre, al resto de influencias históricas que conviven en la ciudad patrimonial gracias al comienzo de las actividades de Qurtuba, capital de Al-Ándalus, el programa cultural que pretende la llamada de atención de los visitantes hacia la tradición andalusí.
Esta mañana, los turistas que se adentraban en la frescura del patio del Zoco Municipal se encontraban con la exposición Fiestas y tradiciones islámicas que, junto al sonido de una guitarra callejera, envolvía de sentido a las dos plantas de talleres de artesanía donde las manos, la precisión y la pasión trabajaban sobre siglos de historia. Pisar los rincones empedrados, junto a la cerámica, la madera, la plata, suponía un viaje directo al pasado de las costumbres que fueron parte imprescindible de la diversidad en la cultura actual.
En la planta baja, Ricardo Cane convertía con precisión los detallados dibujos de las paredes en esmeradas figuras de madera; soldados muy rectos con estandartes que invitaban a meter la nariz en busca del aroma a resina. El artesano lleva desde el año 86 trabajando en la talla, así que no se siente intimidado por la curiosidad de otros.
A la izquierda de Ricardo está el negocio de los López Pérez, desde el que Ana López mostraba los abalorios en plata y oro que ya son el orgullo de su padre, el artesano que regenta el taller. Manos de Fátima, cadenas plateadas, pendientes de filigrana, anillos brillantes; aunque lo que más despierta el orgullo de Ana es la silueta de gato que gobierna un medallón dorado y negro, al que sacaba brillo la joven mientras dos gatos, uno marrón y otro negro, como el medallón, se peleaban en el patio.
La esencia del azulejo se transformaba en la planta de arriba en una versión actualizada bajo las manos expertas de la ceramista Blanca Lucena, quien trataba de terminar la pintura de una pieza y de atender, al mismo tiempo, a la pareja de extranjeros interesados en comprar una de sus figuras femeninas.
De los dibujos en cuero de Rafael Varo o la orfebrería de Francisco Muñoz, convenía cambiar del escenario tranquilo del Zoco Andalusí para visitar la exposición de joyería califal del siglo diez en la calle Buen Pastor, o los relatos artísticos sobre piel de los guadamecíes andalusíes en el Museo Guadamecí Omeya; sin olvidar la exposición de artesanía en cuero y piel que adorna siempre la Calleja de las Flores.
Una mirada externa puede dar significados más frescos a una tradición antes desconocida; igual que una visión acostumbrada, si consigue mirar de otra manera. Lo mismo ocurre con los estómagos. Visitantes y locales podían rebuscar entre aromas del pasado con la ruta gastronómica que proponen algunos de los restaurantes más emblemáticos de Córdoba, como las Bodegas Mezquita, Casa Mazal o la Posada del Caballo andaluz; así como los más innovadores, como el Bocaito Andalusí y el puesto La Medina del Mercado Victoria.
Los sabrosos rellenos de pinchito moruno, Kebab de pollo con salsa de yogur o pollo moruno de las empanadas cordobesas Manolas; el crujiente de las berenjenas fritas califales con reducción de vino dulce Pedro Ximénez y ajonjolí que ofrece Bodegas Mezquita o sus melosas albóndigas con salsa de almendras y azafrán, entre otras delicias gastronómicas propuestas en el itinerario, situaban en el paraíso a quien buscaba su recompensa tras una mañana de caminata por muestras y exposiciones artesanales.
La gloriosa Qurtuba del pasado regresa en noviembre enalteciendo su historia para llenar los sentidos de los que se adentran en la que, en la mesa y en lo ornamental, sigue siendo la capital de Al-Ándalus.
