La semana pasada acabó de psiquiátrico: Loquillo haciéndose un Pastora Soler, la bestia africana calentando el mercurio y Carmen Calvo, la cordobesa que más lejos ha llegado en las esferas políticas nacionales, defenestrada por Pedro Sánchez en una remodelación de Gobierno que no ha entendido ni Iván Redondo. Réquiem por Ábalos, que vino a Córdoba a inaugurar la sede del PSOE en Valdeolleros y por poco acaba en una mercería. Qué noche la de aquel día.  

Menos mal que la semana se encarriló para muchos y que en el Teatro de la Axerquía las medidas anticovid obligaban a hacer cola en sesión continua hasta la barra para tomar un refrigerio por la calor. La de amigos que se hacen en el itinere hasta un bar. Hay quien no ocupó ni siquiera su localidad. ¡Salud! Ya se acabó el Festival de la Guitarra, que para ser el del 40º aniversario tampoco ha sido para tanto, la verdad, lo mismo teníamos que haber externalizado y todo los 7 espectáculos como quería el alcalde, qué cosas pasan en esta ciudad.  

La que ha tenido una semana muy buena ha sido la portavoz municipal del PSOE, Isabel Ambrosio, que ha visto cómo la jueza archivaba la causa judicial abierta contra ella por un presunto delito urbanístico, que bien podría haberle costado la carrera política. Al final, el famoso zuncho, que Ambrosio abrió en una finca de su propiedad en Obejo no estaba en suelo protegido, ni pisaba la antigua Cañada Real Soriana. Eso dicen ahora los técnicos, el fiscal y la jueza. No se hable más. Al final tendrá que pagar, eso sí, la multa correspondiente por hacer reformas (el zuncho, unos muros y una piscina) sin licencia de obra, un clásico en Obejo y también en esta ciudad, donde han proliferado desde tiempo inmemorial las urbanizaciones ilegales. El que esté libre de pecado, que tire el primer perro-parcela. ¡Cuidado con el can, que muerde!

Otra socialista contenta, contenta, esta semana es Rafi Crespín, a quien sus compañeros la han puesto a organizar el 40º Congreso Federal del PSOE. La carloteña se ha sabido relacionar muy bien en Ferraz y ahora recoge unos frutos que querrá hacer valer aquí --si es que la dejan-- en el congreso provincial. Ahí también será menester acudir, si se tiene, con el can. 

Positivo, también, para la empresa municipal de vivienda, Vimcorsa, que cierra una semana como la de El Corte Inglés, o sea, fantástica. El presidente, Salvador Fuentes, anunció que por fin se acometerá la segunda fase de los apartamentos de Sama Naharro, donde viven más de un centenar de personas mayores compartiendo algunos (deberían ser más porque no hay bar) servicios comunes. La idea de construir pisos en régimen de alquiler para mayores (en Córdoba, llevada a cabo por primera vez por Vicky Fernández) debería extrapolarse a todos los barrios, ahora que parece que somos más civilizados y hemos entendido la idea. Nos ha costado, a qué decir que no. No me quiero ni acordar del follón que se montó con los entonces llamados minipisos del solar de la Palmera, en el Santuario, que hoy por cierto sigue siendo un solar aunque ya no sé si la palmera sobrevivió o no a la ira del picudo rojo. 

La segunda gran noticia para Vimcorsa ha sido la declaración por parte de la Junta de Andalucía del Área de Regeneración y Renovación Urbana (ARRU) en los barrios del Santuario y San José Obrero. Consistirá en una inversión entorno a los 5 millones, que permitirán arreglar cubiertas y fachadas de un millar de pisos, rehabilitar estructuras y sobre todo colocar ascensores, en esas cárceles de cuatro plantas que sigue habiendo en muchos barrios de la ciudad. 

Después de una década de sufrimiento de muchas familias que se quedaron colgadas y sin las ayudas, y de la presión social ejercida por las asociaciones vecinales --para que vean que sirven, cómo que no--, la administración que un día abandonó aquellos planes de reforma retoma por fin la política que de verdad sirve: la que instala ascensores y mejora la vida de la gente. No hay nada mejor que pueda ofrecer un político a la ciudadanía: una promesa cumplida. Chín-chín. 

Cierro la crónica con la tranquilidad de saber que si me da un infarto en Las Tendillas, algún camarero del Gran Bar habrá hecho ya el cursillo correspondiente para usar el desfibrilador que la Sociedad Andaluza de Cardiología ha donado a la ciudad y ha instalado junto al quiosco de información turística. La de vidilla que da un bar.