A simple vista, tiene cara de chico formal, de jovencito responsable, algo tímido. En las distancias cortas, rebosa simpatía. Su inmensa sonrisa le precede por donde va. Y eso que la vida no se lo ha puesto nada fácil. Se llama Younes Jedoui y nació hace 23 años en Marruecos, en un pueblecito cercano a Casablanca. Creció con la idea fija de forjarse un futuro mejor al otro lado de su mundo, en Occidente, la tierra de las oportunidades.

Siendo un niño, apenas consciente del riesgo que corren quienes cruzan el Estrecho de Gibraltar a bordo de una patera, pero lo apostó todo a una carta. "Me habían contado cosas, la gente que vuelve no siempre dice la verdad, vienen en coche, te imaginas que todo es muy bonito". Con solo 13 años hizo su primera intentona desde Nador. "Aquella vez me pillaron en el bosque y me mandaron a casa", recuerda. Su familia no se enteró. La segunda vez tenía 14. Tampoco alcanzó su meta. La patera en la que iba fue interceptada después de varias horas en el agua. Esa vez, su padre recibió un papel del juzgado y se enfadó.

En el tercer intento su familia tenía claro que volvería a intentarlo. "Estuve escondido un mes en Nador, en el bosque hasta que pudimos salir en una zodiac, íbamos 74 personas y pasamos 35 horas en el agua sin tomar nada, hasta que llegamos a El Ejido, en plena noche", relata.

¿Qué piensas cuando te lanzas al mar?

"¿Qué piensas cuando te lanzas al mar? Nada. Si piensas mucho no das el paso", afirma seguro. En tierra firme, a oscuras, el grupo se dispersó. "Yo me fui andando solo por la autovía hasta que llegué a Almería, agotado, hambriento, no sé cuánto tiempo pasó", recuerda. Allí conoció a un francés que le dio comida y a otros marroquíes que le compraron un billete a Córdoba. Hasta pasados cuatro días no pudo contactar con su familia para decirles que estaba vivo. No tenía ni idea de español.

En Córdoba, no le quedó otra que dormir una noche en la calle y acabó en comisaría. "Me dieron un bocadillo, de cerdo, se me quedó grabado el color". Del centro de menores Juan de Mairena, pasó a uno de los pisos tutelados donde vivió hasta que cumplió los 18 años. Con la mayoría de edad, la protección se acaba y llega el abismo. "Lo entiendo, es tu decisión venir y tienes que espabilar", afirma Younes, que para entonces ya hablaba español y había hecho algunos cursos. "Es un momento duro, de repente estás solo, sin familia, pero hubo suerte y encontré un trabajo en una empresa de yeso y escayola".

Ese mismo año, con el dinero que pudo ahorrar, pudo volver por primera vez a Marruecos. "Fue emocionante encontrarme con mi madre otra vez", recuerda, "también tengo dos hermanos, les cuento lo bueno y lo malo, no quiero engañarles". Hace un año, fruto de la crisis se quedó en el paro. "Uf, eso sí que fue difícil, la peor racha que he pasado hasta ahora, hay mucho que pagar... menos mal que me ayudaron en Proyecto Don Bosco y pude compartir un piso de Cáritas, les estoy muy agradecido". Ahora trabaja como conductor de camiones en Solemccor, la empresa de inserción social de Cáritas que se dedica a la recogida de cartón en Córdoba. "Estoy contento, tengo buenos amigos aquí y estoy integrado", afirma, "si eres bueno, nunca estás solo".

A diario, le llegan noticias de inmigrantes que dan el mismo paso que él y revive la mezcla de miedo y emoción de aquella travesía hacia el nuevo mundo. Sabe que muchos se quedan en el camino. "Ojalá no fuera así, pero es lo que hay, cuando escucho lo que pasa me siento mal por los que están viviendo ese momento tan duro, pero intento no obsesionarme para olvidar el pasado". De momento, no quiere volver. "Quiero trabajar y seguir ayudando a mi familia desde aquí".