--Poco después de su nombramiento como director de los servicios informativos de RNE, en enero de 1981, tuvo lugar el intento de golpe de Estado de Tejero. ¿Qué recuerda de aquellos momentos?

--El 23 de febrero de 1981 me incorporé, definitivamente, a mi nuevo cargo tras haber tomado posesión del mismo unas semanas antes. Aquel día llegué al aeropuerto de Barajas procedente de Bonn en un vuelo de la compañía Lufthansa. Aterrizó a las 15.00 horas, tomé un taxi y me dirigí directamente a la Casa de la Radio, en Prado del Rey.

--¿Cómo se enteró de lo que estaba ocurriendo?

--Ya en mi nuevo cometido despaché varios asuntos a la vez que sintonizaba la radio para oír el acto que tenía lugar en el Palacio de las Cortes. De pronto surgieron unos gritos y agudicé el oído porque algo extraño estaba pasando. Pensé enseguida que se trataba de ETA. Pronto comprendí que el incidente era un intento de golpe militar.

--¿Cómo reaccionaron?

--Al margen del revuelo que se organizó en la Casa de la Radio, muy pronto se asumió la idea de que un destacamento militar se dirigía a Prado del Rey. Unos blindados se apostaron en el recinto y enseguida comprobé desde el piso primero que un ordenanza ascendía por la escalera seguido de un espigado sargento y un soldado de reemplazo, con su arma reglamentaria, que por cierto llevaba un casco de combate algo grande y casi le tapaba los ojos. Me sorprendió que aquella pareja militar subiese las escaleras como si se tratase de una visita a la que precedía, como es habitual en tales casos, el ordenanza. Los recibí fuera de mi despacho, en el pasillo de la citada planta primera.

--¿Qué le dijeron?

--El sargento, con voz nerviosa, me gritó: "¡Música militar!". Fueron sus únicas palabras. Entonces, sin tampoco mediar palabra alguna, le indiqué el despacho del director de Radio Nacional y del director general, que aun no estaba en el edificio, y al que ya se le había llamado para que viniese urgentemente. La música militar que se puso no pareció del agrado de los mandos militares, que se habían instalado en el despacho del director general. Por fin se buscó la que ellos consideraban más adecuada. Mientras tanto, yo llamé por teléfono a Bonn, donde aun se encontraba mi familia, y comprobé estupefacto que las comunicaciones entre España y Alemania funcionaban perfectamente. Ese detalle me hizo pensar que el golpe era algo chapucero.

--¿Qué pensamientos le vinieron a la cabeza, recién aterrizado en España?

--Lo más preocupante de aquellas horas fue la conexión que había con RNE en Valencia. Las proclamas que se oían eran favorables al golpe. El nombre de Milans del Bosch se oía constantemente. Por fin, ya casi a la una de la madrugada, asistimos a la alocución del Rey. Respiramos, si no tranquilos totalmente, al menos aliviados tras la larga tensión.