NACIO EN BAENA (1936)

TRAYECTORIA ESTUDIO PERIODISMO Y FUE CORRESPONSAL EN INGLATERRA Y DE TVE EN BONN. ES AUTOR DE PUBLICACIONES SOBRE EL PERIODISMO Y LA CULTURA DEL OLIVAR

--Usted nació en 1936. Vivió los momentos más difíciles de la posguerra en Baena. ¿Qué recuerda de aquellos años?

--Tengo en mi memoria algo así como dos breves ráfagas de recuerdos, probablemente del final de la guerra. Una especie de tableteo o choques de madera mientras me llevaban al hueco de una escalera en mi casa. Mucho más tarde supe que eran disparos de ametralladora procedentes de una avioneta "enemiga". Y otro recuerdo es de soldados en la calle Mesones llevándome a una casa que les servía de cuartel, donde me ofrecieron un plato de lentejas.

--¿Qué significa para usted la fecha del 28 de julio de 1936?

--El primer recuerdo diáfano que tengo de esa fecha lo sitúo en la iglesia de San Francisco. Mi abuelo materno me llevó con motivo del aniversario de aquel 28 de julio, no sé de qué año, donde celebraban honras fúnebres; creo que un vía crucis. Como me decían desde muy niño que mi padre estaba en el cielo, para mí, al principio, únicamente significaba esa fecha que, al contrario que otros niños, no tenía padre, pero que ya lo vería algún día. Lógicamente, mucho más tarde comprendí que lo ocurrido, en San Francisco y en el Paseo, fue una tragedia. Pero nunca, jamás, sentí odio o resentimiento contra los que mataron a mi padre. Ni yo oí en mi casa algo parecido, salvo la lamentación constante de mi abuela materna, siempre de luto.

--¿Comprende el debate que existe sobre la memoria histórica?

--Comprendo a los que de buena fe quieran enterrar como es debido a sus seres queridos, muertos de una manera trágica. Pero no comprendo a los que intentan con la memoria histórica desenterrar nuestros viejos demonios, nuestro "cainismo", el afán de venganza, el enfrentamiento entre españoles. Con la Ley de la Amnistía, que algunos dicen que se hizo por miedo, parecía que por fin nos decidíamos a aprender de nuestra historia, a no repetirla. Y, ahora, por motivaciones ideológicas y, por lo tanto políticas, se ha querido enfrentar de nuevo. Me parece una irresponsabilidad.

--¿Fue más duro en Baena que en otros municipios?

--Fue una gran tragedia en Baena como en tantos otros lugares andaluces. Ahora bien, si lo comparamos con Cabra, en mi pueblo fue muy duro. Siendo muy joven escribí en una hoja parroquial de Baena una reflexión que provocó reticencias. Dije, más o menos, que quizás algo de la "culpa" de lo ocurrido en San Francisco, posiblemente, se había ido gestando desde el siglo XIX, por la actitud cerril y caciquil de muchos de nuestros antepasados, familiares más o menos lejanos de los que allí murieron. Tambien de los políticos que azuzaron a los campesinos.

--Usted escribió una novela sobre ese periodo. ¿Fue algo catártico?

--Quizás sí, pero no era esa mi idea al principio. Desde luego, en la página 171, al citar El hacha, elegía española del poeta León Felipe, rememoré unos versos que entroncan con lo que acabo de decir sobre la memoria histórica. "En España no hay bandos ()/ En esta tierra maldita no hay bandos./ No hay más que un hacha amarilla/ que ha afilado el rencor..".

--¿Cómo fueron sus años en la escuela y en el bachiller?

--Fui al colegio Cervantes de Córdoba en la clase segunda de Primaria, situado en la plaza de la Compañía. El primer día que me incorporé asistí a un ejercicio de lectura con todos los alumnos de pie rodeando la clase. El hermano Juan me hizo leer de un libro. No olvidaré nunca que, tras leer un parrafo, me situó el segundo de aquella fila. "Lo has hecho muy bien", me dijo. Las monjas del colegio del Espiritu Santo de Baena me habían enseñado a leer. De Córdoba volví a Baena para iniciar el Bachillerato en la SAFA, dirigida por los jesuitas. Los profesores, sin embargo, eran seglares. Allí estudié hasta cuarto. Y volví a Córdoba como interno en el colegio de la Asunción. El colegio estaba recién inaugurado por el ministro Ibáñez Martín. El comedor tenía lujosas lámparas de cristal y la luz producía destellos en las botellas de aceite situadas en las mesas. Los colegiales internos las recibíamos de nuestras casas. Los garbanzos diarios, machacados con el tenedor y mezclados con el aceite, reforzaban aquel cocido con más caldo aguado que pitanza. Fueron tres años con magníficos profesores.

--¿Cómo era la Córdoba que conoció en la edad de estudiante?

--El primer recuerdo que tengo de Córdoba es de la Torre de la Calahorra. Viajaba por vez primera a la capital en aquel autobús que denominaban la Catalana o la Alsina. Enseguida giraba hacia el Puente Romano. Paraba al final, donde estaba el Fielato. Allí controlaban cualquier mercancía agroalimentaria para evitar el estraperlo tan extendido en aquellos años de la posguerra. Un inspector le obligó a mi abuela a abrir un maletín donde guardaba unos kilos de garbanzos que llevaba como regalo a unos parientes. No olvidaré la reprimenda de aquel funcionario. En mi mente de niño pensé que los garbanzos eran un alimento peligroso. La escena me produjo un trauma, hasta tal punto que durante cierto tiempo no quería comerlos. En la calle Duque de Fernán Núñez viví por primera vez con mi abuela que, tras la muerte violenta de su hijo -mi padre-, quiso abandonar Baena. Me llevó consigo, quizás como manera de encontrar en su nieto al hijo perdido. Viví en la pensión Torres, en el número 9 de la citada calle, regentada por Rafael Torres, hombre bondadoso, pero severo. A mí me decía que me parecía al "alemán de la cerveza", por mi pelo rubio. Debió ser uno de los fundadores de El Aguila, la famosa fábrica. En aquella calle jugábamos a la pelota, pues no pasaban coches. Si acaso un guardia municipal y, entonces, había que salir corriendo.

--¿Qué pensaron en su familia tras el dramático final de su padre cuando dijo que quería ser periodista?

--Quizás la genética se impuso a los deseos de mi familia. Durante la niñez no me hablaban de la profesión. Pensaban que fue la causa de que mi padre muriera trágicamente. Sin embargo, mis tíos compraban periódicos y a mí, con siete años, me gustaba hojearlos. Precisamente, recuerdo perfectamente la primera vez que me fijé en el Diario Córdoba . Fue el 9 de noviembre de 1942. Caminaba como todas las mañanas desde la calle Fernán Núñez, donde yo vivía, hacia el colegio Cervantes. En un quiosco de Las Tendillas se apiñaba un montón de ejemplares con este titular a toda página: "Los americanos desembarcan en Casablanca". Creo que fue en ese momento cuando surgió en mí el instinto periodístico que aún mantengo vivo. Aquella noticia me interesó, pero al mismo tiempo sentí el horror de la Guerra Civil enquistada en mis difusos recuerdos y me dio miedo.

--¿Con quién coincidió en la universidad durante sus estudios de Periodismo?

--Para mí, muchacho pueblerino en todos los sentidos, la Escuela Oficial de Periodismo me abrió los ojos hacia un mundo desconocido. Aparte de aprender el oficio me enseñó muchas cosas, entre ellas la necesidad de aprender idiomas, ver otros países, contrastar opiniones en aquella época del "pensamiento único". Recuerdo a Luis María Ansón, año 1954, arengándonos a los pardillos pueblerinos de que "había que arrancar de los pueblos el escudo de falange". De mi curso no olvido a Paloma Gómez Borrero y, en especial, a los alumnos catalanes llegados de Barcelona. Allí sólo impartían dos cursos. Coincidí también con el director de cine Carlos Saura, que entonces se especializaba en fotografia periodística. Recuerdo, en especial, a José Luis Sampedro, que explicaba Economía.

--¿Cómo aprendía idiomas en los años cincuenta quien no tenía medios económicos?

--Al finalizar el primer curso en la Escuela de Periodismo (1954), me enrolé en un campo de trabajo para estudiantes europeos situado en Lincoln, Inglaterra. Fui en auto stop desde Hendaya a París. Aquel viaje y mi estancia con muchachos y muchachas del norte de Europa me abrió aún más los ojos hacia otro mundo, a otra manera de pensar, a algo que tardaría en llegar a España. Fui un adelantado en Baena en salir al extranjero. En aquella especie de cortijo, muy bien equipado con duchas y con tractores que ya llevaban una luz móvil, practiqué el inglés. Fue una experiencia inolvidable.

--Durante muchos años fue el rostro de TVE en Alemania. ¿Cuál había sido su trayectoria anterior?

--Inicié mi carrera profesional en el periódico Pueblo , durante el verano de 1955, haciendo prácticas. Acababa de finalizar el segundo curso de la Escuela de Periodismo. Hice de todo, desde la confección de las páginas del periódico hasta reportajes en la calle o "pegar telegramas" en la redacción. Eran hojas con noticias que traían desde la agencia Efe operarios del periódico en bicicletas. Se recortaban, se corregían y se titulaban para enviar a los talleres. Volví al verano siguiente, también a realizar prácticas. Trabajaba gratis, pero con la esperanza de quedarme en el periódico, como así sucedió en 1956. En Pueblo estuve hasta 1963, incluso haciendo crítica de cine y de toros. En aquel periodico, dirigido por Emilio Romero, aprendí la profesión. Cuando llegué era el más joven, junto con Tico Medina, el cordobés Yale, Antonio Olano, Julio Camarero y Juan Luis Cebrián. Allí estaba también Manolo Summer, que hacía los dibujos de humor, íntimo amigo mío. Me marché con mi primera beca March a Londres para estudiar la agencia Reuters y ya no volví, pues la agencia Europa Press me contrató como corresponsal. En Inglaterra aprendí mucho del estilo periodístico anglosajón, cuya cualidad principal es la capacidad de síntesis: desbrozar el trigo de la paja. Recuerdo la entrevista que le hicimos cuatro corresponsales de distintos países al entonces primer ministro Harold Wilson. Recuerdo, asimismo, el reportaje que realicé en Liverpool aLos Beatles , en la célebre Cavern donde empezaron. Volví a España en 1967 cuando me ofrecieron ser jefe de la sección Internacional de Nuevo Diario . Fui editorialista y comentarista. En 1971 obtuve una Beca March de Ciencias de la Información para escribir un libro sobre periodismo moderno. Se publicó al año siguiente con el título de El periodismo, carrera universitaria . En Nuevo Diario trabajé hasta finales de 1974, que es cuando Juan Luis Cebrián, entonces director de los servicios informativos de TVE, me ofreció la corresponsalía en Bonn. No tenía idea del medio televisivo pero me lancé a la piscina con la ilusión de aprender a nadar, aprender un medio tan importante pero tan diferente al medio impreso.

--¿Qué momento recuerda con mayor interés de su etapa de corresponsal en Alemania?

--Se me amontonan muchos recuerdos de mi etapa en Bonn. La visita oficial del Rey don Juan Carlos fue apoteósica. Hice entrevistas a diferentes jefes de Estado alemanes y recuerdo, en especial, la de Willy Brandt tras la victoria del PSOE en 1982. En la entonces capital federal informé de las visitas que constantemente hacían jóvenes políticos epañoles: Aznar. Arenas, Felipe Gonzalez, Marcelino Oreja, Tierno Galván, etc. Para mí, Helmut Schmidt, del SPD, fue el político ideal, un verdadero estadista.

--Después fue director adjunto de los servicios informativos de TVE. ¿Cómo fue esa experiencia?

--Tras mi meteórico paso por la dirección de los informativos de Radio Nacional, volví a Bonn, donde estuve hasta finales de 1986. Volví definitivamente como adjunto a la dirección de Informativos. Comprobé que nuestra televisión pública seguía tan estatal como en la época de Franco. El ente se convirtió en un feudo del partido gobernante y no como en Alemania, donde la televisión pública es de la sociedad, que es quien la paga mediante un canon. Fui representante de TVE en Euronews . Aprendí mucho y, además, tuve tiempo para escribir varios libros sobre televisión.

--Usted también fue profesor en la Facultad de Periodismo. ¿Qué ha pasado para que la profesión se haya deteriorado tanto?

--Actualmente, el periodismo está excesivamente politizado. En muchos casos no cumple la misión social que se le supone al periodista: informar con honestidad, tratar de elevar el nivel democrático y cultural de los receptores de la información y distraer sin bajar el listón del buen gusto. Si a esto añadimos el auge de las nuevas tecnologías, el abandono de la lectura de la letra impresa, el resultado es evidente: al faltar lectores empiezan a sobrar periódicos. Y es una pena. Para mí es inaudito ver en el Metro de Madrid que ya apenas se leen periódicos. Recuerdo el Underground de Londres, a primera hora, con todo el mundo desplegando aquellos periodicos sábana .

--Un día decidió regresar a Baena. ¿Qué se encontró? ¿Qué había cambiado?

--En realidad, aunque viví muchos años fuera, nunca me fui de Baena. Incluso desde Alemania vi algunos años la Semana Santa y, por supuesto, algunos días del verano. Por eso fui viendo cómo evolucionaba la Baena de mi niñez hacia la Baena de hoy día. Pero sí tengo que decir que al vivir no sólo en Madrid, sino en el extranjero, Inglaterra y Alemania, vi esa natural evolución de Baena y encontré carencias. Más que económicas, carencias culturales. Naturalmente en este aspecto ha habido avances, pero en algunas cosas seguimos anclados en un conservadurismo vacío.