--¿Nunca han entrado en conflicto sus facetas de sacerdote e historiador? ¿Cómo las han visto los sucesivos obispos?

--A mí los obispos me han respetado; cierto que he sido un historiador comprometido con la Iglesia. Cada obispo ha tenido su carácter. El primero que conocí fue Fray Albino, un hombre muy cercano a los seminaristas. Salíamos de paseo los jueves y domingos y veíamos crecer el Campo de la Verdad, es decir que la imagen de su pontificado era algo vivo. Escuchaba sus homilías con enorme interés. Las predicaciones de Fray Albino, don Juan Capó y nuestro actual obispo son tres hitos que no se pueden comparar con el resto. Don Demetrio tiene la ventaja de una buena formación teológica, y habla sin papeles, lo que da intensidad a la palabra; tiene un castellano excelente y de enorme expresividad que cautiva.

--Su perfil es muy distinto al del anterior prelado, Juan José Asenjo, ¿no?

--Don Juan José tenía la psicología de la geografía alcarreña, de aislamiento, de encontrarse tímido ante realidades circundantes, y muchas veces se autodefendía en vez de hablar, se precavía de lo que fueras a decirle. Pero en fin, ha tenido sus méritos para ser arzobispo de Sevilla. Yo me siento más cómodo con el actual obispo, hizo su tesis doctoral antes de ser prelado de Tarazona, guarda el gozo por el saber y valora el saber de otros. Don Javier Martínez también escuchaba y consultaba, pero era un carismático, actuaba desde el corazón.

--Y eso le dio muchos disgustos, se metió en muchos líos.

--No, lo metieron. Fueron muy injustos con él. Fue un obispo perseguido, procuraron que se le cerraran las puertas de la prensa. Le hicieron imposible el pontificado.

--Supongo que se refiere a...

--No, no me refiero a nadie.

--Pero yo le pregunto. En concreto por la pugna que el hoy arzobispo de Granada mantuvo con el entonces presidente de Cajasur, Miguel Castillejo.

--Fue pública, estaba en la prensa. Lo que digo es que se le imposibilitó ser un obispo a pleno pulmón, y eso no ha pasado nunca en la diócesis.

--¿Cómo se llevaba usted con Miguel Castillejo?

--Al principio bien. Después él ya se condujo de un modo personalista del que yo no participaba y nos distanciamos. A Córdoba, ensimismada como es, que acepta y digiere todo aunque al final salte, le vino bien su personalismo en el aspecto patrimonial, de reparto de puestos de trabajo, préstamos, subvenciones... Ahora es fácil hablar mal de aquello, pero Córdoba se sentía contenta, todo hay que decirlo.