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Una vida de entrega

Una vida de entrega

La de Marisol Cruz Conde ha sido una vida volcada en los demás. Ella, que podía haber optado por una existencia entre algodones, como cualquier señorita de su condición y su época, prefirió "seguir el ejemplo que siempre vi en casa", dice como para diluir su generosidad y no darse bombo. Así, se trazó un horario que empezaba por las mañanas en Cruz Roja y seguía a primera hora de la tarde en el dispensario del barrio del Naranjo, donde colaboró estrechamente con don Agustín Molina, el padre Ladrillo . Hoy, rozando ya los 80 años, "la pequeña" de los Cruz Conde solo se da una tregua a media tarde, cuando las tres hermanas supervivientes se reúnen un rato para hablar de sus cosas. Colabora con su parroquia, San Miguel, y con el Obispado, concretamente con la delegación de Vida Consagrada, hasta la que la acercó su hermana Mercedes hace más de 40 años. Y eso que la contemplación, reconoce, no es su camino. "Un jesuita me dijo que Dios me quería para el mundo y aquí estoy", concluye.

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