No se descubre América si, evidentemente, uno compara la actual situación del Córdoba CF con la vivida tiempo atrás y nota una ilusionante mejoría. La entidad cordobesista pasó del sufrimiento más aterrador a acudir a El Arcángel para disfrutar de una fiesta. El martes pasado conquistó un título con la Copa RFEF y en su reconexión a la Liga atornilló su liderato con un cómodo 3-0 frente a la AD Mérida. Los partidos salen adelante para un plantel que sabe a la perfección que la vida, como ha reiterado en tantas ocasiones el míster Germán Crespo en sala de prensa, le va en el campeonato liguero.

Crear escuela desde la niñez

La evolución sobre el terreno de juego durante estos meses también contagió a la grada, una hinchada harta de palos y decepciones constantes y que, a pesar de los pesares, decidió no abandonar el barco. La aplaudida reflexión del capitán Javi Flores, donde recalcó que la base de la afición reside en los seis o siete mil fieles de rigor, debe convertirse en el punto de partida idóneo para fomentar un cariño hacia el blanquiverde que se inicie desde la niñez. 

Mención especial merece en esta labor acciones como la del colegio Eduardo Lucena. El himno del equipo atronó por la megafonía del centro la mañana posterior a que el plantel capitalino se proclamara campeón de la Copa RFEF. Seguro que más de un pequeño salió hacia casa cantando una letra que une a todos los forofos en las buenas y en las malas.

Porque, precisamente, muy malas tardes acontecieron en la última década. De hecho, el imborrable recuerdo del ascenso a Primera División del 22 de junio de 2014 fue el arranque de una serie de desdichas insólitas e impensables para cualquiera. Quién podría imaginar que, de la noche a la mañana, el Córdoba pasaría sin pena ni gloria por la élite, regresaría a la Segunda División bajo una etapa demencial que lo condenaría a la categoría de bronce y, como remate, acabaría en la cuarta división nacional -la Segunda RFEF-. Mucho estómago hay que tener para digerir tanta desgracia en tan poco tiempo.

El verdadero concepto de final

La palabra "final" siempre estuvo asociada a la trayectoria cordobesa. Si el club enlazaba varios encuentros sin conocer la victoria, el discurso de los máximos responsables incluía dicho concepto en sus alegatos ante los medios. Por ello, se desvirtualizó de tal manera su verdadero significado y se consideraba un éxito ganar al Albacete -con todos los respetos- en la jornada vigesimotercera. Todo lo que fuera romper una dinámica negativa otorgaba cierto alivio a unos espectadores que solían acudir con angustia al coliseo ribereño.

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Córdoba CF - Mérida: Las imágenes de la afición en el Arcángel Manuel Murillo

Pero, para angustia, el último enfrentamiento contra los emeritenses de la campaña 2019-20. Las 8.551 personas que decidieron pagar su entrada para ingresar a las instalaciones deportivas de El Arenal -cita declarada como Día de Ayuda al combinado- desconocían si, tal vez, podrían estar contemplando los últimos momentos de vida del Córdoba. Suena heavy, pero es tan cierto como doloroso. La paupérrima gestión económica, con impagos a empleados y una dejadez total hacia todo lo concerniente al club, abrieron las puertas de un más allá futbolístico en el que esperaban la UD Salamanca, el SD Compostela o la UE Lleida. Por suerte, el dramático sino varió para conceder una segunda oportunidad -o tercera, o cuarta- a los blanquiverdes.

Esta semana, concretamente el 23 de noviembre, los de Crespo llegaron a la primera -y verdadera- final de sus más de 67 años de existencia. Muchos no sabían cómo actuar. De ganar, el Córdoba alzaría un trofeo al cielo de la ciudad, un motivo para sonreír tras tanta travesía por el desierto. Cuando Javi Flores conectó su testarazo y el esférico rebasó la línea de gol, el sambenito que los aficionados tenían colgado se esfumó de golpe y porrazo. Habían disfrutado de un éxito todos juntos -de mayor o menor envergadura-, gritado como si el alma quisiera salir de sus cuerpos para darse cuenta de que se estaba cimentando un proyecto, una futura idea, donde retornar al fútbol profesional es un escalón obligatorio que ellos merecen.

Líderes, apurando las próximas paradas hasta la línea de meta, los cordobesistas cambiaron el chip. Sí, algunas tardes no serán las propicias -véase lo ocurrido en Villanueva de la Serena-, pero el Córdoba seguirá pegando fuerte. La clemencia, a pasos agigantados, la pedirán aquellos que osen inquietar a una bestia adormilada con mucho fuego en su interior. Ahí aguardan los fieles para causar el pánico al rival, sea de la división que sea o tenga el nombre que tenga.