Trece fichajes realizó la dirección deportiva del Córdoba CF en la temporada 20-21, diez en verano y tres en invierno, con el objetivo de pelear, al menos, el ascenso a Segunda División A. Es decir, Valenzuela y Juanito firmaron para la primera plantilla blanquiverde menos de la mitad de sus componentes, por más que intentaran «empujar» hacia la pelea competitiva a gente joven como Alberto del Moral, Luismi Redondo o Julio Iglesias. A pesar de las dudas que tuvieron sobre el sector más veterano de la caseta se aventuraron a la pelea por el objetivo de un club como el Córdoba CF y Valenzuela, en concreto, emitió un eslogan en verano que luego se convirtió en su condena y, finalmente, en su epitafio: «la mejor plantilla de Segunda División B».

Bien con los jóvenes

Es cierto que apostaron por Alberto del Moral confiando en su explosión, como así ocurrió, o que ficharon a Luismi Redondo tras su buena temporada en el Ciudad de Lucena. Pero otras apuestas que debían cuajar no lo hicieron. Alain Oyarzun, poseedor de una calidad indudable, dejó claro desde los primeros partidos que estaba muy lejos de un nivel físico mínimamente aceptable tras casi dos años de poca o nula actividad, aunque su coste económico no fuera excesivo, precisamente. En el lateral derecho no terminó de convencer Álex Robles y, ya desde el inicio, Sabas prefería a un central polivalente como Farrando en esa posición. Evidentemente, el argentino era castigado en su fogosidad con un rosario de amonestaciones. Berto Espeso mostraba ser una buena alternativa a un lateral izquierdo titular, pero su juventud no llegaba para arrebatarle el puesto a Jesús Álvaro que, en cualquier caso, sufrió para hacerse con la posición. Bernardo Cruz, pese a su trayectoria, no ha realizado una buena temporada en líneas generales.

Con la explosión de Del Moral y la fiabilidad en el trabajo que otorgaba Mario Ortiz, así como experiencia, Djak Traoré -que llegó lesionado- tuvo imposible pelear por el puesto, mientras que Darren Sidoel, una compra barata y sub-23, terminó marchándose en el mercado invernal, ya que la irrupción del toledano le dejaba complicado entrar en convocatorias.

Mal en las bandas y el gol

Salido y Ródenas fueron el exponente de las dificultades de Valenzuela y Juanito por hacerse con lo más valorado de los mercados: el gol. Futbolistas jóvenes y sin mucho protagonismo en sus anteriores equipos terminaron completando convocatorias o ni eso en una temporada blanquiverde para olvidar.

Samu Delgado no dio mal tono en el poco tiempo que actuó hasta su lesión, en enero, así como Nahuel Arroyo, pero la mencionada incorporación de Oyarzun y la llegada en forma de cesión de Sidibé también dejaron la impronta de que las bandas apenas tuvieron dueños indiscutibles a lo largo de siete meses. Ni continuidad, obviamente.

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Sus dudas, la sentencia

Posiblemente, la peor decisión llegó de lo que había en la caseta, ya que la otra mitad del plantel, la que mantenía esos contratos que no se ajustaban al rendimiento -muchos de ellos llamados a liderar el proyecto sobre el césped-, tampoco aparecieron, salvo honrosas y brevísimas excepciones. Posiblemente debieron insistir más sobre una de las opciones de presupuesto presentadas a Infinity, el pasado verano, aquella en la que se contemplaba la salida de futbolistas en los que no creían pero que suponían un alto coste para los inversores. Al final, la decisión de la cúpula se fue hacia un presupuesto en el que se gastaban 3,8 millones de los que la mayoría ya estaban comprometidos antes de su llegada, pero que dejaban limitado su radio de acción no solo en número (el 50% del plantel), sino sobre todo económicamente. De ahí que esas incorporaciones, tanto en verano como en invierno, debían ser todas o en su mayoría, claras soluciones y alternativas para las dudas, justificadas, que tenían. Pero no fue así. El pleno al que aspiraban era imposible. De hecho, quedaron muy lejos. Tanto, que supuso la caída del Córdoba CF a la cuarta categoría del fútbol español 36 años después.