Cogió su camiseta y su bufanda. La había preparado con mimo la noche anterior. En el cajón aún está la entrada del Bernabéu. La quiere plastificar para evitar que se borre, que ya le pasó con la del Barça. Salió de casa y enfiló el camino hacia el estadio, como empezó a hacer cuando ser del Córdoba era cosa rara. Su papá le empezó a llevar a El Arcángel desde pequeño, cuando los niños chicos no pagaban. Era Segunda B y no habían tantos controles. A veces, ni siquiera llevaba entrada y esperaba hasta la hora de partido, cuando el de seguridad ya te dejaba entrar solo con dar las buenas tardes. Eran otros tiempos.

Y es que, como decía el poeta, nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos . Algunos ya no están. Se quedaron por el camino. La espera ha sido muy larga y el que espera desespera. Otros, simplemente, no llegaron a la meta. Y otros son nuevos. Hasta 7.000, aunque ayer faltara alguno.

Ayer, el aparcamiento de fondo norte de El Arenal recordaba aquella época sin tanta expectación por los coches que ahí estaban aparcados. Ninguno, en concreto. Pero por causas muy diferentes. Se había activado el nuevo plan de movilidad y el tráfico estaba restringido. Algo despistados, los que pese a las advertencias osaron plantarse en la puerta del estadio no tuvieron más problemas de la cuenta, salvo una larga y tediosa espera al término de encuentro.

El estadio había sufrido un lavado de cara. Seguía siendo el mismo Arcángel sin terminar de siempre, pero lucía diferente. Así pues, vallas publicitarias hasta en árabe y una subidita de precios en el ambigú para unos refrescos sin hielos en un ambiente caluroso y con ganas, muchas ganas de que empezase el juego. Para saciar el ansia, el vídeo del gol de Uli y miradas cómplices que veían la proyección como cuando se ven los vídeos de una boda 20 años después o se ven las fotos de ese primer viaje con la amiguita, cuando todavía era solo la amiguita.

Saltan los jugadores. Es el momento esperado. Suena el himno. ¿Palmas sí o palmas no? Algún día el chico de la bufanda se apartará del fútbol y perderá fuerza su cántico, pero no el día que ve a su equipo en Primera.

No había reivindicaciones. El fondo sur tenía su pancarta. Se les pidió que cantaran y cantaron. Cayó el primero del Celta y se recordó aquello de Ferrer. "No va a ser fácil". Lo dice la persona más optimista del cordobesismo. La grada entendió que era el momento de apretar y rompió en un échale huevos . Rugía El Arcángel, como pedía el speaker , cuando llegó el gol y el público encontró en un bajito de Rosario su nuevo héroe. Lleva el 10. No podía ser de otra forma.

El chico se había ido de previa con los amigos. Su padre ya no va. Se quedó en la espera, como tantos. En la grada sonaba otra vez en Primera van a ver a papá . Se acabó el partido. Ovación generaliza y una lágrima recorre la mejilla del chaval. Por los que no han llegado a verlo.