VENTANA A LA NATURALEZA

Ciudad gris versus ciudad verde

Las recientes elecciones municipales abren un nueva oportunidad para adaptar las ciudades a los rigores del cambio climático

Ya llevamos perdidos muchos años a causa del negacionismo, el retardismo y la inoperancia de las corporaciones locales

Diseño original de una parte del Vial Norte, donde hoy prácticamente ha desaparecido el estrato arbustivo.

Diseño original de una parte del Vial Norte, donde hoy prácticamente ha desaparecido el estrato arbustivo. / R. Arenas

Está más que demostrado por el mundo científico que nos encontramos ante una realidad aplastante y día a día los ejemplos son más palpables con el aumento de los fenómenos extremos a todo lo largo y ancho del planeta. Córdoba es un buen ejemplo de ello abriendo portadas de medios de comunicación con los registros de temperatura más altos en diversos meses del año, bien en la capital o municipios como Montoro, en las cercanías de Villa del Río.

Hemos heredado un urbanismo que ya no se adapta a la realidad climática de nuestro entorno. Ha dado lugar a una ciudad de granito y hormigón quizás como consecuencia de una huida hacia adelante para olvidar otras épocas de penuria donde la tierra y el barro eran protagonistas en los meses lluviosos. Muchos autores han señalado que el motivo es la austeridad en el gasto urbano de los años 80 para justificar este tipo de «plazas duras» y también calles. No obstante, con posterioridad, jardines que tenían los paseos terrizos, se han vuelto también grises con pavimentos acumuladores de calor que después lo desprenden, y nada permeables, que no hacen posible la infiltración del agua en el suelo. Este tipo de urbanismo de mediados del siglo XX sigue imperando en las gerencias de urbanismo y los servicios de parques y jardines.

Ciudad gris versus ciudad verde

Las arboledas densas pueden disminuir hasta 6 grados la temperatura estival. / R. Arenas

El modelo del Vial Norte

A veces se ha huido de esta concepción por parte de la gerencia de urbanismo en algunos casos en Córdoba capital, como por ejemplo el modelo conceptual del Vial Norte, donde abundaban los arbustos y árboles mediterráneos perfectamente adaptados a este clima. Al poco tiempo de su puesta en valor, los primeros en su gran mayoría fueron eliminados, cortando de manera radical la posibilidad funcional de corredor verde de esa zona con las zonas externas a la ciudad. Otro ejemplo fue el diseño original del parque de La Asomadilla, cuya vegetación pretendía representar los distintos modelos de vegetación de la provincia (encinares, alcornocales, acebuchales-algarrobales...) con su cohorte arbustiva y también con una representación geológica de los distintos sectores, donde tampoco faltaban charcas para el acercamiento a los anfibios. En definitiva, un aula de la naturaleza abierta donde los escolares podrían haber conocido la riqueza de nuestra provincia. Las prisas por la inauguración dieron al traste con este modelo en el que estuvieron trabajando técnicos de varias administraciones de manera conjunta para diseñarlo.

Es el momento de abandonar este urbanismo obsoleto y acercarse a la corriente más avanzada de otros países y que se ha venido en denominar como la renaturalización de las ciudades. La vegetación es el mejor aliado que contamos para mitigar los rigores de temperatura del cambio climático y los efectos de las islas de calor de nuestras ciudades y pueblos. Puede ser sumidero de CO2 a través del proceso de la fotosíntesis. Salvo y otros autores, ya en 1993, señalaron que, por ejemplo, un haya es capaz de absorber y transformar anualmente la cantidad de CO2 presente en el aire equivalente al que se encontraría dentro de 800 casas unifamiliares.

La vegetación también puede absorber contaminantes como el dióxido de azufre, el ozono e incluso metales pesados, y eliminar agentes patógenos y polvo. Un bosque filtra más del 86% de las partículas suspendidas. En 2007 Falcón determinó que una calle con alineaciones de árboles en las aceras cuenta con un 10-15% menos de partículas en suspensión. Salvo y colaboradores demostraron que un área verde de 500 metros de anchura puede reducir un 70% el SO₂ procedente de las zonas industriales. A su vez, es uno de los elementos naturales que mejor puede contribuir en el control de la temperatura, disminuyendo en consecuencia la intensidad de las islas de calor.

Reguladores de temperatura

En invierno los árboles incrementan la temperatura del exterior al atrapar calor y en verano puede reducir las altas temperaturas en unos seis grados. Así que cuanto mayor sea la bóveda de árboles, mejor acondicionado tendrá el aire de su superficie. La vegetación situada en paramentos verticales puede reducir las temperaturas veraniegas de la calle unos 5 grados. También funcionan como barreras o pantallas acústicas que aíslan al ciudadano del ruido, o amortiguan la reverberación. La atenuación puede variar desde 1’5 dB a 30 dB por cada 100 metros, dependiendo del tipo de vegetación, la densidad de la masa vegetal y la especie, cuestiones también señaladas por Falcón.

Son muchos los estudios que ya existen sobre esta temática desde hace 30 años. Deben ser utilizados en las nuevas planificaciones urbanísticas y sus principios también aplicados al resto de la ciudad. En un escenario de mayor escasez de agua, la vegetación mediterránea tiene que jugar un papel importante. Árboles, arbustos, matorral e hierbas llevan milenios adaptándose. Es hora de actuar y transformar nuestro entorno en ciudades verdes.

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