La crisis de la ganadería de los años setenta hizo que en muchos lugares de Sierra Morena se comenzara a abandonar el aprovechamiento ganadero y fuera sustituido por la caza mayor. Esto trajo consigo la aparición de las cercas cinegéticas para asegurar un aprovechamiento sostenido a lo largo del tiempo. El encierro de reses de la especie ciervo provocó numerosas discusiones porque las piezas de caza están consideradas como res nullius, no son de nadie, sólo de aquel que las aprehenda mediante la caza.

En ocasiones las artimañas con las que se cercaba el coto dejaba encerradas un número elevado de hembras y, posteriormente, se solicitaba reducir su población. Estas cacerías enervaba a las poblaciones locales porque la hembra de ciervo se había respetado siempre como medida de gestión para aumentar las poblaciones. Incluso, algunas personas habían pisado la cárcel por furtivear hembras en los acotados. El cambio de paradigma no ha sido fácil y aún hay voces que reclaman que no se abatan las hembras, sobre todo en los cotos que están aún abiertos.

La caza del ciervo fue ganando importancia y su área de distribución se ha ido extendiendo poco a poco, al igual que se han incrementado sus poblaciones. Si echamos manos de la estadística de caza se puede afirmar que la población de ciervo en Andalucía desde 1981 casi se ha quintuplicado. Se ha pasado desde los 12.435 ejemplares cazados hasta los 59.930 en la temporada 2017/2018. Córdoba no podía ser menos y se puede decir que se ha pasado de 10.937 piezas cazadas en la temporada 2003/2004 a 15.166 en la temporada 2017/2018.

Algunos estudios indican que en el ambiente mediterráneo la capacidad de carga está entre 20-25 ciervos por kilómetro cuadrado; pues bien, existen áreas con más de 40 ejemplares. Esto supone una presión excesiva sobre la vegetación y su reclutamiento actuando como un elemento que fosiliza los ejemplares arbóreos y el monte mediterráneo.

Un ejemplo más palpable es lo que ha pasado con la población de jabalí. En este caso, en Andalucía la población se ha multiplicado por diez, se ha pasado de los 5.086 ejemplares cazados en 1.981 hasta los 51.938 de la temporada 2017/2018. En Córdoba, en la temporada 2003/2004 se abatieron 3.777 ejemplares, que pasaron a 7.173 en la temporada 2017/2018.

Mientras que la densidad de piezas de caza mayor no para de aumentar, el número de cazadores es cada vez menor. Estudios realizados sobre el jabalí han venido a demostrar que la densidad de caza aumenta de forma significativa con cada temporada de caza, y el esfuerzo de caza disminuye en todas las comunidades autónomas temporada tras temporada. Los jabalíes cazados por kilómetro cuadrado (densidad de caza) y el número de jabalíes cazados por cada 100 cazadores (éxito de caza) siguen subiendo año tras año a pesar de que el esfuerzo de caza se reduce drásticamente.

Ejemplar de jabalí en Córdoba. ARENAS

Los investigadores han señalado que se debe reducir la alimentación suplementaria que atrae al jabalí y las tasas de caza deben aumentarse especialmente para las hembras, ya que éstas son altamente reproductivas en todas las clases de edad. En el mundo cinegético se ha instaurado la costumbre de construir con cercas ganaderas los llamados cercones que duplican la cantidad de jabalíes capturados con respecto a otras modalidades de caza. Esta cuestión se ha venido incrementado porque la Administración ha dejado de velar por el establecimiento de cercas ganaderas desde hace casi dos lustros y que deben ser sometidas a autorización administrativa en los terrenos cinegéticos de acuerdo con la ley de Patrimonio Natural y Biodiversidad, cercas que tampoco pueden tener dispositivos de fijación al suelo desde hace dos años.

Son también numerosos los estudios realizados sobre el papel que juega el jabalí como transmisor de enfermedades. Por ejemplo, puede citarse que puede actuar como reservorio de la tuberculosis, interfiriendo en el Programa Nacional de Erradicación de la Tuberculosis Bovina y, por supuesto, de la tan temida peste africana, que es una de las enfermedades infecciosas más importantes que afecta al sector porcino a nivel mundial. En definitiva, se ha registrado un incremento de la prevalencia de enfermedades de declaración obligatoria.

Tampoco hay que olvidar su incidencia sobre la biodiversidad, especialmente sobre las especies que crían en el suelo y los humedales, ya que condiciona la productividad de las aves acuáticas y, sobre todo, de especies amenazadas como la malvasía.