Asistimos de forma silenciosa a la extinción de la avutarda en la campiña cordobesa. La población existente entre Bujalance, Cañete de las Torres, Castro del Río y Valenzuela, prácticamente, ha sucumbido a los cambios del campo cordobés. La avutarda es una especie de ave que está en el límite del vuelo y es considerada el ave más pesada del mundo con sus 15 kilogramos de peso en los grandes machos. Se ha adaptado a los grandes espacios abiertos más o menos llanos que conforman los cultivos cerealistas, alternados con barbechos y otros cultivos, principalmente de leguminosas.

Tienen un comportamiento reproductor muy complejo que siempre ha llamado la atención. Cada primavera se reúnen en lugares tradicionales conocidos por los ornitólogos como leks. En estos, los machos se exhiben realizando la rueda para atraer a las hembras y establecer una jerarquía reproductiva que favorecerá la probabilidad de copular con mayor número de hembras.

Las hembras fecundadas se retiran a finales de abril a los lugares de nidificación, principalmente siembras, para aprovechar la cobertura del cultivo y pasar desapercibidas. Tienen cierta fidelidad a los lugares de nidificación. Los pollos caminan a las pocas horas de nacer y siguen a la madre. Hasta el otoño suelen tener una dieta eminentemente insectívora que va cambiando a vegetariana. He aquí la clave para su baja productividad en la zona, la escasez de insectos en la actual agricultura.

La avutarda, la especie bandera de la estepa cerealista. MIRYAM PÉREZ LARA

Se ha comprobado que una hembra es capaz de sacar adelante un único pollo cada diez años en este área. Esto, unido a que los machos alcanzan la madurez sexual a los 4 o 5 años, que las hembras, aunque fértiles a los dos años, no consiguen criar con éxito por primera vez hasta los cuatro o cinco años, y que tienen una longevidad media de 10 o 12 años, es un cóctel explosivo que llevará a la extinción a la especie en breve plazo si no se actúa con contundencia con medidas para favorecerlas, pasando a formar parte del imaginario colectivo. La administración agrícola y ambiental no ha sabido dar respuesta al problema desde que en el primer lustro del siglo XXI se puso de manifiesto por el investigador Juan Carlos Alonso, del Museo de Ciencias Naturales del CSIC, la delicada situación en la que se encontraba esta especie en esta zona de la campiña en un estudio encargado por la Consejería de Medio Ambiente. Se puso en marcha un programa de conservación de aves esteparias y fueron numerosas las reuniones con los agricultores de la zona para incentivar una agricultura más acorde para conservar a estas especies. La reacción de los agricultores fue muy favorable a la iniciativa, no podía dejarse esta responsabilidad bajo sus hombros y a costa de sus bolsillos. Se diseñó un programa de conservación para incentivar cultivos favorables, con gran complicidad entre los técnicos de conservación y los propietarios y técnicos agrícolas de las explotaciones agrarias. La confianza generada auguraba un gran éxito del programa y así lo fue durante varios años. Esas medidas eran soportadas por la administración ambiental a manera de cuidados paliativos mientras llegaban medidas definitivas a través de la Política Agraria Común (PAC) y el Plan de Desarrollo Rural de Andalucía. Estas jamás llegaron con la intención de quedarse para ayudar a los agricultores.

En el año 2008 se declaró la Zona de Especial Protección de las Aves Alto Guadiato, que centró los esfuerzos de la administración ambiental y en cierta medida se fue olvidando el trabajo realizado hasta la fecha en esta zona de la campiña. Las medidas que se habían diseñado y demostrado que eran efectivas desaparecieron de una mañana a otra y una vez más los agricultores quedaron solos con la responsabilidad de la conservación.

Entramos en años en los que el olivar intensivo y superintensivo se va extendiendo por la zona, ocupando las extensas superficies de tierras de cultivo de cereales que eran el hábitat típico de la avutarda. Incluso se llegaron a sembrar las zonas donde los machos se exhibían ante las hembras al inicio de la reproducción, lugares básicos para la reproducción y que la administración ambiental no supo defender adecuadamente.

La protección de esta especie, que tiene unos mayores requerimientos ecológicos, trae también una consecuencia de conservación en cascada de otras especies de aves esteparias que las acompañan en estos sistemas esteparios cerealistas. Ahí está el reto pendiente de retomarse.