Oigo prometer, en un programa de éxito de televisión, a José Andrés, cocinero mediático actualmente enfrentado a Donald Trump -¿quién no?- que no volverá a utilizar una cocina de inducción, empleando casi el mismo dramatismo con el que Escarlata juró mirando al cielo, mientras devoraba los rábanos del huerto, con tierra y todo, que jamás volvería a pasar hambre, cosa que tiene bastante que ver con la cocina. Primero fue la vitrocerámica, que nos pareció una maravilla por la facilidad de su limpieza y mantenimiento; más tarde nos dimos cuenta de que los movimientos de vaivén en sartenes y cazuelas, que tan necesarios son para ciertos guisos, se habían acabado, lo mismo que permitir que la llama invadiera el interior del recipiente para flamear el contenido.

A partir de los años 50, se popularizó el uso de la olla a presión, que ya estaba más que inventada desde los tiempos napoleónicos, pero se consideró un artefacto peligroso por los frecuentes fallos en la válvula de seguridad. Hoy no podríamos pasar sin ella. Ni pasarnos de tiempo con ella, so pena de ver convertida la coliflor en una especie de cuscús. Aunque de vez en cuando nos guste recordar la cocina de nuestras abuelas y comenzar la jornada poniendo el cocido a las siete de la mañana, y vigilar su evolución a lo largo de cuatro o cinco horas. La madre de una amiga mía le tenía cogido el punto a la llave del gas de tal manera, que lo dejaba solo, haciendo chup chup, y ella se bajaba tranquilamente a despachar a la mercería sin tener que echarle ni un vistazo. Y mi madre tiene desde hace más de treinta años una olla cerámica eléctrica, en la que se programan los guisos en más o menos tiempo, sin vigilancia, según convenga. Un glorioso -doy fe de los resultados- antecedente de los modernos robots. Olla rápida, olla lenta. O robots guisanderos. Para todos los gustos, pero innegable que la lentitud tiene sus ventajas. Fíjense en lo que se utiliza el confitado -cocinar en un elemento graso a una temperatura entre 60º y 80º- en alta cocina. Muy fácil con estos controles tan exactos de la temperatura que las máquinas proporcionan. La plancha, la parrilla, la sandwichera. Menudo repertorio de aparatos eléctricos. Casi nos va a dar igual que la inducción arranque de la olla borbotones que salpiquen toda la cocina. Mientras tanto vigilemos la factura de la luz.