La reválida de septiembre en Madrid llegó para tres toreros en pos de un objetivo: abrirse paso. Y había que hacerlo con el segundo desafío ganadero entre Palha y Hoyo de la Gitana. Al finalizar la tarde, la balanza se decantó a favor de los de luces, que dieron la cara de verdad. Especialmente un gran Javier Cortés, sin espada, y un entregadísimo Gómez del Pilar al que el palco le birló una oreja de su primero.

A portagayola recibió a ese tercero de corrida, de Palha, que derribó en la primera vara y acudió de largo y con alegría en la segunda tras una vistosa zapopina por parte del madrileño para ponerlo en suerte. Generosidad del torero, que el público agradeció.

A ellos fue el brindis de Del Pilar, que echó las dos rodillas en tierra para iniciar faena. El toro se tragaba los dos primeros y al tercero ya decía nones. Del Pilar le robó muletazos sueltos de buen corte dentro de una faena de mucha entrega, y en la que sonó un aviso antes de ir a por la espada. Le pidieron con fuerza la oreja, pero el usía no accedió.

A la puerta de chiqueros se volvió a ir con el sexto, con lo que el tercio de varas resultó interminable, al empeñarse en el imposible de hacer ir de largo a un astado que se agotó pronto en la muleta. Mas fue suficiente para que Gómez del Pilar le robara algunos muletazos.

Se esperaba con mucha expectación el regreso a Madrid de Javier Cortés al cabo de siete años. Su primero fue un tacazo de toro de Hoyo de la Gitana. 650 kilos de seriedad y músculo. No se empleó, sin embargo, lo suficiente en el caballo. Se dobló con torería Cortés en las probaturas, poniéndose muy de verdad ya desde la primera tanda. El medio pecho por delante, la muleta al pitón contrario, y a tragar con un toro muy agarrado al piso y que se defendía ya antes, incluso, de arrancarse. No fue faena lucida, el toro no se prestó a ello, pero sí de valor y, sobre todo, actitud.

El quinto fue bueno lo poco que duró, y con él emergió una gran Javier Cortés, muy puro en los naturales con los que inició faena. Otra vez en el sitio. Muy cruzado. Muy de verdad. Y toreando con mucho temple y hondura en los soberbios muletazos que extrajo también por el derecho. Pero falló a espadas.

El primero de Pinar fue un palha difícil y con peligro, un toro muy reservón y al acecho, con el freno echado, la cara suelta y buscando ya al torero en el segundo muletazo. Pinar solventó la papeleta con oficio. El cuarto, de Hoyo de la Gitana, fue un toro descastadísimo y no le quedó otra que abreviar.