Parafraseando al actor Lloyd Bridges en la mítica película Aterriza como puedas, ayer fue «un mal día para dejar de fumar». Y lo fue porque, en ocasiones, se hizo necesario el puyazo de la nicotina para aguantar una tarde soporífera, esas de incontables bostezos, de charletas ajenas a lo taurino con el vecino de localidad o de mirar constantemente el móvil para saber qué estaba pasando en la corrida de figuras de Aranjuez.

Porque más allá de la cantidad de suertes que ensayaron los tres novilleros con el capote, especialmente el mexicano Valadez, no hubo ni una sola brizna de toreo fundamental reseñable. Hubo lances a la verónica, largas cambiadas, chicuelinas, gaoneras, caleserinas, crinolinas y hasta zapopinas, algo de agradecer, como también fue ver que los seis novillos de Montealto cumplieron sobradamente en el caballo. Otro cantar fue el desarrollo de los últimos tercios, a caballo entre la falta de clase y lo rápido que se apagaron los desrazados utreros de Agustín Montes, y el poco acierto también la terna de novilleros, que, dicho sea de paso, tampoco anduvieron lo que se dice inspirados.

La peor parte se la llevó el mexicano Leo Valadez, pues a sus manos fue a parar el lote menos malo. Diego Carretero saludó la única ovación de la tarde, reconocimiento que vino a recompensar la impresión de una tremenda voltereta que cobró al instrumentar la segunda bernadina de fin de faena. La estampa del torero desmadejado y con la taleguilla rasgada de arriba a abajo animó al publico a dar aliento al de Hellín con unas cariñosas palmas tras una buena estocada al segundo intento. El francés Andy Younes se marchó de puntillas.