Los jinetes Sergio Galán y Diego Ventura cortaron sendas orejas en el festejo de ayer, séptimo de abono, de la feria de Abril de Sevilla, una corrida de rejones de muy discretos resultados artísticos. La tarde de rejones transcurrió con pocos sobresaltos y escasas emociones. Tanto que, sin grandes ovaciones en el tendido, se escuchó perfectamente el concierto de pasodobles que, como suele pasar en estas corridas, donde todas las faenas se musican suceda lo que suceda en el ruedo, dio la banda del maestro Tejera.

Lo más destacado llegó de la mano de Diego Ventura, que le hizo una lidia muy completa a su primero, desde que lo paró toreándolo con la bandera del rejón hasta que lo mató de un rejonazo fulminante. Entre medias, clavó banderillas con limpieza y rectitud en los embroques, desde distintas distancias y terrenos, y llevó al toro de tercio a tercio con temple, intentando siempre poner la fibra que faltó a un animal noble pero soso y a menos.Cortó así Ventura la primera oreja de la tarde, premio que pudo doblar con el quinto de no haber marrado con el rejón de muerte. Esta faena le resultó mucho más trabajosa, en tanto que el de Bohórquez se reservó desde la salida, cuando pasó distraído del intento de Ventura de clavarle el rejón de castigo.

El buen remate llegaría cuando el jinete de La Puebla le quitó el cabezal a su caballo Dolar para clavar así, tras un primer intento fallido, un buen par de banderillas a dos manos, como hizo hace más de 50 años en esta plaza el creador de la suerte: el segoviano Josechu Pérez de Mendoza.

OTRA OREJA / El otro trofeo, cortado al cuarto toro, fue a manos de Sergio Galán, que pudo haber paseado otra oreja más del que abrió plaza de no ser porque no lo mató bien sino que lo descordó con un desafortunado pinchazo en el espinazo. El rejoneador conquense lidió y clavó con limpieza, reposo y criterio a sendos cuatreños tan nobles como sosos, y en especial el cuarto que, sin apenas brío, impidió que la faena tuviera ligazón, aunque, de ahí el premio, esta vez Galán sí que lo mató ortodoxamente y a la primera.

La actuación de la francesa Lea Vicens estuvo plagada de imprecisiones, dudas estratégicas, pasadas en falso y fallos al clavar tanto rejones como banderillas en embroques casi siempre despegados. Le pasó lo mismo con su primero, que se le rajó desde el tercio de banderillas, que con el sexto, con el agravente de que este fue el de más bravura, brío y duración de toda la corrida.