Pues el argumento de que el público responde si hay carteles atractivos quedó una vez más desmontado, más allá del resultado final del festejo. Aire, aire parecía cantar Vicente Amigo por lo bajini versionando a José Mercé. El guitarrista cordobés se situó, como casi siempre, en las primeras filas del tendido uno y a duras penas aguantó el tostón con un viento que molestó a todo el mundo. Así que la nueva empresa tendrá que seguir dándole vueltas a lo que pasa en Córdoba, así como a la salida de la Puerta de Los Califas, que ha cambiado con respecto al pasado. Como ha ocurrido con otros elementos del coso de Los Califas, adaptados a los nuevos tiempos para otro tipo de espectáculos, un letrero verde con letras blancas debajo de la cerámica con el nombre de la plaza no es que quede muy taurino, la verdad.

"Sí, sí, salude usted, salude, vaya vergüenza", comentaba uno en el sexto toro al ver el saludo del picador de Manzanares al presidente. "¿Ves? Es que además hay mucha ignorancia; si es que tiene que saludar porque es el que cierra plaza, hombre", comentaba otro que algo sabe de esto.

Salió Manijero después de Dimesí y antes de Hazmerreír y, en mitad de la faena, decidió acostarse ante la decepción del torero alicantino. Justo en ese momento ocurrió lo más llamativo de la tarde, que no era la apatía del animal. Una botella de agua (llena) caía desde el gallinero del tendido 5 estampándose contra la cabeza de una señora. Algún grito de sorpresa, gesto de dolor, el marido que baja unos escalones para mirar hacia arriba... Dio para mucho, porque poco después, la pareja recriminaba a los de arriba el descuido . Tras hacer balance de daños, aún tuvieron que irse al bar y, de regreso, ella iba ataviada con una bolsa de hielo que se sujetaba en la cabeza. Entre pitos y bronca, sobre todo a los animales, fue pasando el festejo, por lo que Primo Jurado decidió dar más palique a sus compañeros en el callejón. También andaba por allí Ricardo Rojas, en sus últimos días como concejal, que soportó la plomiza tarde (en el cielo y en el ruedo) de manera estoica, como Mikel Urmeneta, dueño de Kukuxumusu . Algo más arriba se encontraba Antonio Tejero, que ya goza como aficionado lo que antes padecía y disfrutaba como protagonista, allá abajo, en la arena.

Hasta el desalojo del coso tras el festejo fue lento, pesaroso, entre "esto es lo que hay" y "a ver mañana cómo está la cosa". Con la montera de hielo aún en la cabeza bajaba la señora por las escaleras con paso cuidadoso. "Mañana venimos, ¿eh? Pero nos colocamos en otra fila", le avisó a su esposo, que asentía con una sonrisa. Con todo, ella fue la que estuvo más cerca de abrir ayer la Puerta de Los Califas, y por la vía rápida, aunque fuera por acudir al letrero nuevo que puede verse debajo de la cerámica: "Salida de emergencia".