El diestro Alberto López Simón fue ayer el encargado de poner el broche triunfal a la Feria de la Magdalena de Castellón merced a las dos orejas que cortó, una de cada astado de su lote, lo que le permitió salir a hombros en una tarde en la que el local Varea paseó también un apéndice del sexto astado.

López Simón puso la plaza en ebullición en su primera faena ante un buen toro de Juan Pedro Domecq, que, al no ser prácticamente picado, duró mucho en la muleta.

El joven madrileño desplegó todo su repertorio para el deleite de unos tendidos muy entregados con él. Hubo de todo: variedad con el capote, pendulazos y rodillazos en la apertura, un grueso de faena en la que intercaló momentos desmayados con otros de mayor largura y sometimiento, y un final de obra en la distancia corta. La mala colocación de la espada propició que cortara solo una oreja.

El quinto fue un juanpedro sin tanto recorrido como el anterior, todo lo contrario, fue más bien un animal aplomado, con el depósito de gasolina en la reserva prácticamente de salida. Pero López Simón no se amilanó y, entre los pitones, se inventó una faena muy comunicativa con la gente, que le premió con otra oreja para lograr así la salida a hombros por la Puerta Grande.

El local Varea, que hacia su presentación como matador de toros en su tierra, anduvo también a muy buen nivel. Cortó una oreja del buen sexto al que toreó francamente bien por los dos pitones merced a una faena en la que aunó sitio, temple, mando. Solo el pinchazo previo a la estocada final le impidió pasear el doble trofeo. Y pudo haber logrado otra de su anterior antagonista, tercer toro de corrida, si la espada llega a serle fiel, pues en la muerte suprema echó a perder una faena de alta nota artística.

A Ponce le tocó bailar con la más fea, pues a sus manos fueron a parar un primero que se sujetaba con alfileres y un cuarto que respondió con aspereza ante cualquier tipo de afrente del valenciano, que, no obstante, hizo el esfuerzo con los dos, logrando momentos más que estimables, sobre todo, con el que abrió plaza. Fue ovacionado al término de sus dos faenas.

SIETE OREJAS EN CIEZA / Los diestros Julián López, El Juli; Miguel Ángel Perera, que sustituía a Andrés Roca Rey, resentido de una reciente cogida, y Alejandro Talavante salieron ayer a hombros en la corrida de toros de Cieza (Murcia), en la que se repartieron siete orejas. Se lidiaron seis astados de la ganadería de Daniel Ruiz, desiguales de presentación y juego y de los que segundo, cuarto y sexto dieron opciones a los diestros.

El Juli, silencio y dos orejas. Perera, dos orejas tras aviso y oreja. Talavante, silencio y dos orejas.

El Juli no llegó a entregarse en el que abrió plaza, en el que nunca confió, pero se desquitó en el cuarto, que aunque no llegó a romper a bueno, le dio algunas facilidades que el madrileño supo aprovechar con una técnica y oficio que demostró en las tandas de muletazos y naturales muy del agrado de la concurrencia y que remató con una media que aunque trasera fue efectiva.

Lo mejor de la tarde lo dibujó sobre el albero el pacense Miguel Ángel Perera, que había entrado en el cartel por la vía de la sustitución y dominó a su oponente de principio a fin en una faena de gran belleza en la que alternó las tandas de muletazos con vistosos cambios de mano y los naturales templados con la muleta que barría la arena de la plaza.

En el quinto, que había protestado en varas aunque solo había recibido, como todos los del encierro un picotazo, no tuvo opción alguna para la lida y el torero abrevió al ver que tenía enfrente un pozo sin agua.

Talavante no pasó de meras probaturas a su primero, en el que estuvo siempre muy desdibujado y por debajo de sus capacidades como torero, pero se desquitó en el sexto, colaborador y con el que se le vio disfrutar desde el farol y la tanda de verónicas con la que lo saludó hasta la gran estocada con la que lo envió al desolladero.

Entre ese principio y este final, un quite por gaoneras y varias tandas de muletazos, los primeros de rodillas, para recibir al morlaco y otra de naturales desmayados y lentos para rematar con cuatro manoletinas seguidas del pase de pecho.