Ganado: Seis toros de Victorino Martín, de muy desigual presentación y en su mayoría de muy feas hechuras.

Uceda Leal: pinchazo y estocada atravesada (pitos); pinchazo y estocada desprendida (pitos).

Antonio Ferrera: pinchazo y estocada atravesada (palmas tras aviso); tres pinchazos y estocada chalequera (pitos).

Alberto Aguilar: dos pinchazos y media estocada baja (ovación); siete pinchazos, estocada corta y dos descabellos.

El público de Las Ventas, que los aplaudió en el arrastre como a bravos, tomó ayer partido por los ásperos y peligrosos toros de Victorino Martín -los que en esta ganadería se conocen como "alimañas"- y pitó con saña a los toreros, incluso después del grave percance sufrido por el banderillero Manolo Rubio.

De vez en cuando, y sobre todo al final de una feria tan larga, la plaza de Las Ventas toma el cariz de un circo romano. Acaba el atracón de festejos, llegan las ganaderías "toristas" y la mayoría del público toma partido por los toros desde antes incluso de que salgan al ruedo. Pero, aunque precedidos por su gran fama, ayer no hubo motivos para la euforia con unos victorinos que ofrecieron la peor versión, la cara más dura, áspera e ilidiable de la ganadería. Lo más cruel del asunto fue que, además, se pitara a los toreros que se jugaron muy seriamente el pellejo con ellos, con una saña tan arbitraria como injusta.

Antonio Ferrera hizo un despliegue de lidia a la antigua, casi siempre esquivando y toreando sobre las piernas con clásica habilidad las secas y "orientadas" arrancadas de su lote. Práctico a la vez que variado con el capote, en las faenas de Ferrera tuvieron especial mérito los tercios de banderillas que protagonizó ante dos toros que midieron todos sus pasos y que se le arrancaron siempre para herir.

Por su parte, Alberto Aguilar se enfrentó a un tercero de indómita fiereza al que plantó cara en una frenética labor de toma y daca, con el victorino moviéndose violenta y constantemente sin perdonar un error. El lote de Uceda Leal tuvo, aparentemente, menos complicaciones, pero el primero se guardó siempre unas malas intenciones que su matador no le dejó desarrollar.

El banderillero Manolo Rubio fue intervenido en la enfermería de una cornada en la región perineal, con pronóstico grave.