La experiencia de pasadas ediciones nos condujo tempranamente a la plaza de las Tendillas para intentar tomar posesión del siempre deseado asiento, que una vez logrado, nos sirvió como atalaya catalizadora de la significación que las noches blancas ejercen sobre un público que impulsado por este acontecimiento, del que no hay duda invita a la alegría, abarrotó el recinto dos horas antes de la actuación de una de las estrellas de la noche. Nos encontramos con la sorpresa del previo ensayo de toda la compañía como preludio de lo que sería esta Suite Flamenca que Sara Baras había preparado para esta ocasión, doblemente seductora para ella por razones artísticas y sentimentales.

Su simpatía personal y su saber estar, lanzando constantes guiños al gran gentío durante ese largo ensayo, preparó el ambiente de su magnífica actuación que comenzaría con un sentido poema grabado, dedicado a la memoria del gran Paco de Lucía. Fue este espectáculo el que pudimos juzgar con la siempre anhelada atención que el cronista requiere y, de verdad que independientemente del rumor lejano de una parte del público que no pudo conseguir un asiento, todo se desarrolló bajo las pautas de un respetuoso silencio interrumpido por los espontáneos aplausos de los asistentes cuando la bailaora gaditana, unas veces sola, otras con su cohesionado y espléndido grupo de baile o en sus intervenciones con nuestro José Serrano (de bellísima factura los tangos bailados por la pareja) desarrolló todo el abanico de sus posibilidades en un discurso dancístico de indudable calidad en el que la creación coreográfica brilló al nivel de sus anteriores trabajos.

Fuerza, plasticidad, elegancia, eficaz disposición de todos los elementos que componían el cuadro, guitarras flamencamente incansables, gargantas flamencas rayando lo inverosímil, adecuada luminotecnia y brillante sonido fueron lo que dio de sí esta actuación clausurada con un afectuoso reconomiento municipal en la persona de nuestro paisano José Serrano, que comparte arte y vida con esta gran bailaora.

Nos esperaba la Plaza de la Corredera, donde la otra gran estrella de la noche daría prueba de su gran momento en una actuación, respetando su formato habitual con la primera parte ceñida a la más firme ortodoxia, y continuando en la segunda con los temas, alguno que otro cantado a capella, que le han posicionado en el primer escalafón de ese reconocimiento masivo, traducido en un recinto lleno de un público dividido entre la seducción flamenca del jerezano y las conversaciones grupales que aquí cobraron mas fuerza que en Las Tendillas.

No obstante y aunque nuestra posición no era la más idónea, la ausencia de asientos contribuyó a ello, disfrutamos con José Mercé que, pletórico, culminó sus bulerías con un baile lleno de gracia jerezana, no sin antes desear el ansiado ascenso a Primera División de fútbol a nuestra ciudad, a la que tan vinculado se encuentra.

El Compás de San Francisco era otro volcán en plena ebullición de un público joven que pretendía ver al onubense Arcángel y a sus Voces Búlgaras. Vano intento para muchos y para el que esto escribe, ya que además la sensación claustrofóbica nos impelía a dejar rápidamente la plaza para acudir a la de Jerónimo Páez e intentar ver la actuación de este nuevo valor del cante que es María Toledo. Hora y media de espera con otro abigarramiento muy superior al de anteriores ediciones, como en el resto de todos los escenarios dispuestos para esta séptima edición. Aguantamos hasta que la toledana compareció guarnecida por sus músicos para cantar soleá y continuar con su personal versión del tema camaronero Como el agua que preludió un cierto éxito, basado en una entrega sin límites en todo lo que hizo y en el dominio de su elocuente piano flamenco que contribuiría notablemente a ello, aunque la propia estructura de la plaza y las inevitables conversaciones de gran parte del público no fueran las idóneas para apreciar en plenitud los más visibles rasgos de su talento.

Entre otras valoraciones, nos quedamos con el reclamo que el flamenco ejerce en Córdoba, que año tras año incrementa el número de visitantes, contribuyendo a consolidar su imagen de ciudad abierta, aunque no todos los espectáculos puedan ser saboreados como su propia naturaleza exige. No será esa la intención de los organizadores, que comprenden las limitaciones de un evento de estas características cuyos primeros beneficiados, y nos parece bien, son la gran proliferación de establecimientos hosteleros que, al menos en el itinerario obligado del público, acabaron con el apreciable stockaje de viandas previstas para esta noche.