ROPA INTERIOR ROJA

Es a las tradiciones de fin de año lo que Mistetas a los chistes. Junto a las uvas, es la costumbre de Nochevieja más extendida en España.

Da igual que sea lencería, bóxer, de abuelo o de stripper: lo único que importa es que la estrenes el día 31, y que te la regale un ser querido. Eso sí, no hay un total acuerdo sobre qué hacer con ella. ¿Debe ponerse del revés?, ¿debe cambiarse justo después de medianoche? Algunos incluso dicen que debe quemarse pasadas las campanadas. Aunque quizá es mejor evitar esto último si no quieres empezar el año como la mansión de los De Winter en Rebeca.

ROMPER LA VAJILLA

¿No te gusta la vajilla que te regalaron tus suegros? Pásate al hygge y rómpela después de las campanadas. Di que es porque así lo hacen los daneses y ellos sí saben de felicidad. La tradición marca que tras la comida debes cargarte los platos: esto traerá cariño y buenos presagios a toda la familia, y muy probablemente una visita a la sección Hogar del Ikea.

EL BESO

Las imágenes de Nueva York llena de gente besándose bajo la bola luminosa de Times Square en Nochevieja son casi tan icónicas como las uvas. Para todos aquellos solteros que no tengáis nadie a quien besar, alegraos de que esta tradición no esté tan arraigada en nuestro país: no besar a alguien tras la medianoche supone 365 días de una vida amorosa tan desastrosa que acabarías llorando en chándal a lo Chenoa.

PRENDER VELAS DE COLORES

Si no has encontrado a nadie para besar, puedes atraer la suerte declarándote un aguantavelas. Literalmente. En el tarot y los sortilegios encontrarás millones de formas de augurar un buen año. Probablemente la más extendida, que no requiere rituales como dormir con el hueso de un aguacate bajo la almohada, es hacer un sortilegio con velas.

Para tener salud, debes encender una verde; si lo que quieres es pureza, limpieza y positividad, una blanca; una naranja, para la sabiduría, y una roja, para el amor.

SIETE SALTOS DE OLA

Algunas comunidades africanas alrededor del mundo celebran el fin de año saltando siete olas y pidiendo siete deseos. Esta tradición es un ejercicio de memoria de un pasado marcado por la esclavitud, cuando muchas personas eran enviadas como propiedad a través de esas mismas aguas.