El devastador incendio que afectó al interior de la Comunidad Valenciana el pasado julio arrasó 40.000 hectáreas de encinas, pinos, quejigos y sabinas albares, así como de diversos cultivos agrícolas, pero las llamas hicieron una sorprendente excepción cuando llegaron a un terreno del municipio de Jérica (Castellón) en el que hace dos décadas fueron plantados 946 cipreses dentro de un programa experimental. Allí el fuego se frenó en seco y no pasó. Meses después, los cipreses siguen con su verdor estridente junto a la desoladora ceniza.

Que la parcela soportara un incendio de aquellas características alentó diversas hipótesis, pero los responsables del experimento, que han presentado sus conclusiones en un seminario científico celebrado en Valencia, están convencidos de que fue exclusivamente por los cipreses. Uno de ellos, Bernabé Moya, botánico y especialista en árboles monumentales de la empresa pública Imelsa (Diputación de Valencia), se muestra esperanzado e insiste en la posibilidad de usar cipreses para reforzar la acción de los cortafuegos. Los cipreses arden, por supuesto, pero menos que otras especies arbóreas. "No es una solución a los incendios, sino una herramienta más", precisa.

DESDE HACE 20 AÑOS La parcela mide 8.900 metros cuadrados. Los árboles, que pertenecen a diversos cultivares de ciprés, se plantaron hace 24 o 20 años en una alineación de retícula, con una separación de tres metros. Entre los cipreses y el resto del bosque había un camino perimetral, pero en una parte se producía el contacto directo "y el fuego no penetró", insiste el botánico. No lo tiene tan claro Juli Pausas, investigador del CSIC en el Centro de Investigaciones sobre Desertificación, también en Valencia. En su opinión, la causa por la que no ardieron los cipreses es que no se tocaban entre ellos, debido a su porte alto y estrecho, y así no había masa combustible para que las llamas avanzaran.

Algunos de los ponentes del congreso fueron invitados a visitar la zona y observar in situ el supuesto milagro. "Incluso los más escépticos consideraron que, como mínimo, es una línea que debemos seguir estudiando --responde Moya--. Yo invito a la gente que no lo ha visto a que se acerque y lo compruebe".

Pausas, no obstante, insiste en que se conocen otros bosques supervivientes en condiciones similares de alineación, "incluso con pinos piñoneros". "Yo no digo que no pueda ser útil en algunas situaciones --prosigue el investigador del CSIC--, pero cuidado con despertar falsas expectativas". Pausas recuerda que en los jardines de California está prohibido la plantación de cipreses precisamente por el riesgo de incendios.

LAS DOS RAZONES Moya atribuye la supervivencia de los cipreses a dos factores. El primero es la hojarasca: debido al tamaño milimétrico de las hojas, en el suelo circundante al árbol se forma una manto muy denso que retiene la humedad. En cambio, las grandes acículas del pino dejan pasar el oxígeno y cuando las llamas llegan se propagan más porque combustionan más fácilmente. El segundo factor tiene que ver con la copa del ciprés, que es muy densa. "Es el mismo motivo: hay menos oxígeno y, por tanto, se dificulta la inflamación y la combustión", concluye.

Las investigaciones se enmarcan en el proyecto europeo CypFire, en el que participan 13 institutos de investigación de diversos países de la cuenca mediterránea. El centro coordinador, y donde se llevan a cabo las pruebas de inflamabilidad y combustión, está en Florencia.