Los cargos de responsabilidad en el mundo académico y científico siguen siendo en España cosa de hombres. Solo tres de los rectorados de las 50 universidades públicas están ocupados actualmente por mujeres, y estas no dirigen ni uno solo de los ocho organismos públicos de investigación (OPI), cuyo buque insignia es el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Lo que deberían ser baluartes de la innovación parecen reductos de machismo.

Los datos figuran en el informe Científicas en cifras. 2015, presentado ayer por la secretaria de Estado de Investigación, Carmen Vela, que admitió desconocer exactamente las causas de una desigualdad tan acusada. «Es extremadamente complicado saber por qué las mujeres no están en la escala que les corresponde. En algunos casos, es la propia mujer la que decide no seguir avanzando pero a veces lo hace lastrada por barreras sociales que se lo impiden». Es ahí donde, según Vela, hay que actuar para «hacer que el entorno favorezca la promoción de las mujeres en la mayor cantidad posible y a mayor velocidad».

BRECHAS DE DESIGUALDAD / Entre los estudiantes y quienes obtienen los doctorados no se aprecia ya ninguna brecha entre sexos. En los alumnos de grado, por ejemplo, las mujeres dominan con hasta el 57% del porcentaje total. En tesis doctorales aprobadas, la paridad es total: mitad hombres, mitad mujeres, pero en las plazas de catedráticos y directivos de universidad es donde la brecha se abre: el 79% son hombres. Y entre los rectores el porcentaje llega al 93%.

El estudio también recoge que en el 2015 los hombres ocupaban el 61% de los puestos de vicerrector, el 73% de los decanatos y el 82% de las direcciones de institutos o centros dependientes de los OPI. Como en la universidad pública solo los catedráticos puede optar al rectorado, las mujeres parten ya con mucha desventaja. «Quizás deberíamos empezar por aquí, asegurando la equidad de género en la composición de los comités encargados de evaluar los méritos para acceder a un puesto investigador y en los tribunales responsables de las oposiciones», indicó la secretaria de Estado.

DISCRIMINACIÓN EVIDENTE / Para una de las tres mujeres rectoras, Margarita Arboix (Universitat Autònoma de Barcelona), al margen de otras cuestiones, «es evidente que hay una parte de discriminación por razones de género» a la hora de alcanzar los rectorados. Araceli Maciá, rectora de la UNED entre el 2001 y el 2005, recordó que muchos «no encajaron demasiado bien que les mandara una mujer, sobre todo para los mayores». «Me llegaron a decir que si pretendía que un ama de casa llevara una universidad», dijo en La Sexta.

Las otras dos actuales rectoras son Nekane Balluerca (Universidad del País Vasco) y Pilar Aranda (Universidad de Granada). En el 2015, cuando se hizo el estudio, esta última era la única en toda España.

MEJOR EN LA PRIVADA / Más allá de las opiniones, el informe da alguna luz sobre las posibles causas. Es significativo, por ejemplo, que en la universidad privada sí se cumple la proporción que se considera óptima en la horquilla del 60/40. El 57% de los catedráticos y directivos son varones, frente al 43% de mujeres.

Comparando con el resto de países europeos, la situación no es muy diferente: la media de mujeres catedráticas es la misma, el 21%.

Uno de los factores que también ha influido es la congelación de las plantillas debido a los recortes. «Para que se incorporen mujeres en todas las escalas lo primero que tiene que ocurrir es que se creen nuevas plazas. La situación ha sido compleja hasta el 2015, año en que se recuperó el 100% en la tasa de reposición», admitió Vela, después de recordar que hasta entonces las convocatorias rondaban las 20 o las 30 plazas, y así «es difícil mejorar la presencia de mujeres».

Este factor explica también por qué el porcentaje de científicas en el cómputo global se mantiene estable durante los últimos ocho años. De los 200.000 científicos que trabajan en España, unos 80.000 (39%) son mujeres. Un porcentaje superior al de la media de la UE, que es del 33%, pero que no ha experimentado ningún cambio desde el 2007.

El porcentaje de investigadoras en universidades y centros públicos de investigación es algo más alto, del 40%, mientras que en el sector industrial baja al 31%, un dato que no es malo si se lo compara con la media europea (20%). El dato de la UE viene lastrado, asegura Vela, por la escasa presencia de mujeres científicas en el sector industrial alemán, el más potente de largo.

Para romper con la desigualdad también hay que mirar fuera del trabajo. Según Vela, sin un reparto equitativo de las tareas domésticas, a la mujer le queda mucho menos tiempo que al hombre para su desarrollo profesional o personal.