Habían llegado la noche del viernes desde Asturias y Madrid para celebrar el cumpleaños de la abuela en la casa rural Ribera de Arlanza de la pequeña población de Tordómar (Burgos). Los 12 miembros de la familia se acomodaron en el amplio caserón, cenaron y encendieron la chimenea que horas después desencadenaría la tragedia. Con toda la familia ya acostada, una chispa prendió en el sofá y la combustión sin apenas llama llenó las estancias de un humo que acabó con la vida de la abuela, dos de sus hijas y tres de sus nietos.

El resto pudieron salvarse gracias a que uno de los hombres de la familia se percató de la situación hacia las dos y media de la madrugada. Sacó a uno de sus hijos por la ventana y luego se descolgó. Alertada por sus gritos, una vecina lo dirigió al cercano bar Pescador, uno de los dos de la localidad. Allí se encontraba su hijo acompañado de otros cinco jóvenes. Entre todos lograron reventar la puerta y entrar en la vivienda.

HUMO Y OSCURIDAD "Parecía que no iba a ser tan grave porque no se veían llamas. Todo estaba tan oscuro y lleno de humo que incluso nos costó encontrar a nadie", contó uno de los vecinos que acudió al rescate. Luego fueron hallando a las víctimas y rescatando a los supervivientes, que ingresaron en el hospital universitario de Burgos con heridas leves sin ningún peligro para sus vidas. "Están muy afectados porque han sacado a una niña de cuatro años y no la han podido salvar", contó un familiar de los jóvenes que acudieron al rescate.

El suceso causó una honda conmoción en la parroquia gijonesa de Deva, donde la familia es muy conocida porque parientes suyos regentan un conocido hotel, el Ermita de Deva. María José Bozmedia, la abuela, de 59 años, trabajaba de enfermera en un centro de salud de Gijón. Su hija María, de 36, era profesora en un colegio. Y la otra hija fallecida, Almudena, estaba en paro tras haber trabajado en una constructora. Los tres nietos que no lograron sobrevivir tenían entre cuatro y seis años. Lola, la tercera hermana, se salvó, al igual que los tres maridos y otros dos niños, entre ellos un bebé de siete meses.

El padre que logró descolgarse por la ventana fue el único que no presentaba ni heridas ni síntomas de intoxicación pero tuvo que ser ingresado para recibir atención psicológica. Había perdido a su esposa y a dos de sus tres hijos y se encontraba "destrozado", según el delegado del Gobierno en Castilla y León, Ramiro Ruiz Medrano.

La propietaria de la casa rural, que reside en una finca próxima, tuvo que ser atendida por la Guardia Civil, presa de un ataque de nervios. Después declaró a los medios de comunicación que se encontraba "emocional y físicamente destrozada". "Ha sido una tragedia que nadie se podía esperar", dijo, pero no quiso dar detalles ni sobre la chimenea ni sobre el funcionamiento de la calefacción para no alentar "especulaciones".

La finca es un caserón de principios del siglo pasado construido junto al río Arlanzón y restaurado por completo en el 2010 con lujosos detalles. En la planta baja se encuentra la moderna chimenea metálica con la puerta de cristal que de haber estado cerrada hubiera evitado la salida de chispas que prendieron el sofá y llenaron la casa de humo. Esta es la principal hipótesis que barajan los investigadores, según explicó la alcaldesa de la población, Inmaculada Sierra. Tanto el interior de la casa, sin apenas signos de llamas, como la asfixia por inhalación de monóxido de carbono revelada por las las autopsias, parecen corroborarla aunque no podrá confirmarse de modo definitivo hasta que los especialistas de la Guardia Civil desplazados al lugar concluyan su trabajo.

El monóxido de carbono es el asesino silencioso protagonista de muchas muertes que se producen por chimeneas, braseros o estufas. Al inhalarse causa lentamente la muerte sin que una persona dormida pueda llegar a percatarse. Según las primeras informaciones, los seis fallecidos dormían en la buhardilla, la zona más alta de la casa en la que primero se habría acumulado el humo. El Ayuntamiento de Tordómar decretó tres días de luto, pero tendrán que pasar muchos años para que esta población de poco más de 300 habitantes olvide la tragedia.