Así, jugando, jugando, un hombre con más millones que cordura, más fanfarria que pensamiento, llegó a la presidencia de EEUU. Qué divertido este tipo que pone sobre la mesa el poder del dinero y achanta a los poderosos del establishment. Ahora se van a enterar todos...

Y sí, nos vamos enterando. Ahora ya sabemos cómo se gobierna un país con la lúdica mentalidad del depredador del Monopoly. Cómo se irrumpe a patadas en el tablero internacional. Cómo se orquesta un bombardeo para mejorar la imagen, bajar los humos a Moscú, lanzar una advertencia a Asad y, de paso, dar una alegría a la industria armamentista y reclamar una parte del botín cuando la guerra acabe. Nada que no se haya hecho antes, tampoco pequemos de ingenuos, pero hay algo en Trump que dispara la inquietud. Una falta total de coherencia sin ningún reparo por disimularla, una explosión de emoción sin el tamiz de la racionalidad. Trump ha irrumpido en la escena internacional guiado por su olfato de empresario de éxito. Es indudable que se mueve por sus intereses, otra cosa es que incluya en ellos el bienestar de nadie. ¿Hasta dónde puede llegar su política ególatra? Por ahora, a disparar 59 misiles de crucero. Una acción que ha hecho subir su popularidad, ha distraído la atención sobre el Rusiagate y, ojo, ha conseguido que parte de la UE vea su acción «comprensible». Y, así, con la tontería, quizá se abre un nuevo y fatídico capítulo de la historia.

* Periodista