Afortunadamente la democracia permite una pelea entre militantes de un partido por pensar diferente. En la dictadura ni había partidos políticos y no te dejaban pensar ni quejarte en público. Contra Franco se vivía bien, si nadie te averiguaba tu tendencia. Sin el dictador comenzamos a vivir mejor, pero con más responsabilidad porque los españoles nos tuvimos que hacer cargo de lo público. Y aquí aparecieron los políticos y los partidos, espacios donde se agrupaban personas del mismo pensamiento para trabajar por el bien de una nación, comunidad o pueblo. Ejercer de político es una opción que no todos los ciudadanos están dispuestos a desempeñar porque conlleva una vida nada íntima, expuesta al público y sometida a continuas críticas. Hablamos de políticos íntegros, responsables y nacidos para dar sentido a sus vidas entregándose a los ciudadanos. No llamamos políticos a quienes hacen del poder un medio para zambullirse en la corrupción y acompañarse de incompetencia, sectarismo y demagogia. Por eso la actual situación de España, aunque algo exagerada, entra dentro de los vaivenes negativos de la política que la historia nos ha mostrado. ¿Se pueden pelear los socialistas lo mismo que hace unos días hicieron los de Podemos? La historia de la democracia reciente de España, la que vivimos ahora después de la muerte de Franco en 1975, ha ido tomando nota de la inestabilidad de siglas y desaparición de partidos en 41 años. Sin tener en cuenta la abrumadora desintegración de partidos de escasa relevancia, de sólo siglas y escasos afiliados, en la ideología centrista tenemos que detallar la caída de UCD (Unión de Centro Democrático), el partido que colocó a Suárez de presidente de España. También se evaporó AP (Alianza Popular), la formación de Fraga, la derecha pura y dura que ahora vota en el PP. Y en Andalucía se eclipsó el partido de la tierra: el PSA (Partido Socialista Andaluz), que luego pasó a denominarse PA (Partido Andalucista). Ahora el PSOE quiere ponerle nombre de personas a su declive electoral que, casi seguro, proviene de aquel 15-M de 2011 en que los jóvenes se indignaron para tomar partido.