Después de Reyes me encontré en el Gran Capitán a un exdirigente provincial de los conservadores, al que no había visto desde hace tiempo. Tras saludarlo y preguntarle sobre su envidiable situación actual, le pedí que me aclarase si era cierto, como escuché en varias ocasiones que, hace años, recibió, recomendado por Bárcenas, al famoso Correa, paladín de la Gürtel , el cual le propuso que una empresa de su propiedad organizase, en la ciudad y la provincia, actos políticos en instituciones donde el PP gobernaba y para el propio partido. Demanda a la que él, una vez conocido el precio --el triple de lo que solían costar, normalmente, los eventos--, se negó, quedando el negocio en agua de borrajas. La contestación que me dio, sin pensarla dos veces, fue que Correa no había llegado recomendado por Bárcenas, pero que todo lo demás era cierto, nunca lo ocultó e, inclusive, en cierta ocasión, lo manifestó por la radio. Al conocer esta última circunstancia me sentí legitimado para referir públicamente lo anterior. Me aseguró que, en su momento, denunció el suceso a las altas instancias. Seguimos hablando unos momentos sobre la peliaguda cuestión. Luego, antes de marcharnos, le dije, con cierta sorna, que se me antojaba un poco raro que unos hechos tan claros, tan evidentes, los conociera un cargo provincial de la formación, mientras los ignoraban el presidente, todos los gerifaltes de la cúpula y los fontaneros. A mi maliciosa interrogación, su respuesta fue mímica. Balanceó suavemente la cabeza, esbozó una sonrisa nada enigmática y se encogió de hombros. Al despedirnos, le deseé un buen año. El presente testimonio queremos dejarlo amarrado a esta columna dominical, ayuno del menor comentario, para que sea el amable lector reflexivo quien lo haga por su cuenta, después de oír lo que difunden incesantemente los telediarios.

* Escritor