Los partidos políticos empiezan a tomarse en serio eso de las primarias después de la revolución del 15-M y de que las encuestas los tachen de gestores de su propio interés y no del público. Los dedazos en política empiezan a caer mal y los ciudadanos han comprendido que la responsabilidad de que esto funcione es también de ellos. Por eso cada vez más surgen movilizaciones --como la que este domingo sale para Madrid en formato columna-- que están consiguiendo una revolución sin ruido que empieza a regenerar conciencias y a desechar estilos y modos caducos u orgánicos. Debe ser que este es el tiempo señalado para pasar página porque hasta el Papa, la cabeza visible de la cristiandad católica, es el primero que, dando ejemplo, se ha puesto a la cabeza del movimiento. Desde Jesucristo y Juan XXIII ninguna autoridad religiosa, revestida de esa aureola que sólo corona a los señalados, había despertado tanto interés en los no creyentes. Y ese interés nace de la normalidad con que se toma las cosas el cabeza visible del mundo católico. Acostumbrados como estamos a que curas de rango vivan a cuerpo de palacio y que no se mezclen con los fieles a la hora del almuerzo cuando van de excursión a Roma ver a este Papa romper todos los encasillamientos de protocolo y pronunciar palabras incluidas en el Indice de prohibidos como divorcio, homosexuales, mujeres, diálogo con otras confesiones... es como trasladarnos al momento en que Cristo echó a los mercaderes del templo y con sentido común puso patas arriba la religión oficial de su tiempo. Si Cristo fue un revolucionario ¿por qué no lo iba a ser algún Papa que siguiera sus enseñanzas? A fin de cuentas son las Bienaventuranzas el meollo de una doctrina que predica hacer el bien a todo el mundo pero, sobre todo, a los más débiles, a quienes carecen de una jubilación, no ya propia de jerifaltes de bancos, sino para mantener la dignidad. En ningún sitio del Evangelio se habla de que hay que conservar el poder a toda costa, crear bancos para sostener una creencia y edificar palacios para cobijar hombres vestidos de rojo a cuyos pies hay que postrarse con fe y sin poner nunca en entredicho su comportamiento. Y desde luego Jesucristo nunca dijo que para estar más cerca de él había que ganar unas oposiciones y hacer carrera. Estamos en tiempos de la revolución de la buena voluntad. Desde el 15-M, las primarias, la Acampada Rey Heredia, la Columna de la Dignidad y el Papa Francisco el mundo empieza a oler a primavera. Esperemos que no termine en crucifixión.