Lo grave no es denunciar este vergonzoso hecho, sino que se haya dado. Porque Rajoy ha actuado hasta el final como jefe máximo de una mafia que ha vivido de sus embustes, como --por citar sólo a los casos más recientes-- Cifuentes y Camps, tras mil otros de su cuerda, cifra cercana a la de los populares hoy encausados. En efecto, el expresidente del PP no ha tenido ni el mínimo recato de pedir perdón al ser reprobado e ignominiosamente expulsado de su cargo por la corrupción de los suyos. Al contrario, ha inventado y repetido una y otra vez la más grosera y monumental mentira para encubrir su más que merecido despido, pavoneándose de que él fue elegido por los votos, al revés que Sánchez. La verdad es que ambos han sido elegidos por los diputados, que ellos sí, lo han sido por las urnas.

Genio y figura, hasta la sepultura. Respetar, a quien se lo merezca. Juicio y castigo máximo al máximo responsable de quienes ya han tenido que ir a las cárceles que ellos mismos habían inaugurado y a los que Rajoy defendió mintiendo a dúo con ellos hasta el final.