Vuelve Otegi con su viejo lenguaje como recordatorio de una época. Lo ha hecho en un foro de Gara, como secretario general de Sortu y candidato de EH Bildu a lehendakari, para soltar bombas verbales con conciencia de detonación, porque son titulares que superan cualquier peso específico. Sin embargo, a pesar de su pretensión televisiva, de haber bebido en el abrevadero del efectismo de plató, cada afirmación es una arista para la convivencia: especialmente, de sus conciudadanos, pero también para el resto del país, que siempre ha sufrido la caída de todos los racimos de cerezas.

Se ha quejado Otegi en un ejercicio no tanto de autocrítica, sino de crítica al propio pueblo vasco por estar "un tanto desactivado", teniendo en cuenta que en el recuerdo fervoroso de Otegi, "ha sido muy activo": me imagino que se refiere a la defensa de la independencia, por enlazar aquí con un concepto político, y no de lucha armada. Quizá por eso anima a sus vecinos a generar "conflictos", porque "el conflicto político de este país sigue encima de la mesa". Conflicto más conflicto, igual a Otegi. Seguramente sí, y por eso su arenga, dentro de la escalada de puro disparate controlado con ese sinuoso ritmo que cabalga entre la libertad de expresión y la apología del terrorismo, ha sido levantar al auditorio con un aguerrido "¡A por ellos!" que no sabemos bien de quién nos habla, aunque lo sabemos perfectamente: no del Gobierno de Mariano Rajoy ni del que salga de este período ditirámbico, teatral y acartonado de actores sin diálogo y un pobre papel protagonista; ni tampoco nos habla Otegi con su briosa arenga, me imagino, específicamente, de las Fuerzas de Orden y Seguridad del Estado, ni del Rey, ni del Congreso al que aspira a llegar con una nutrida participación parlamentaria, no de nadie en concreto: no creo que se refiera a los poetas de la vivencia o la alucinación planetaria, ni a los futbolistas, ni a los arqueólogos, ni a los profesores de bioquímica, ni a las cajeras de los supermercados o a los cajeros automáticos, por más que constituyeran un objetivo plomo de su estrategia a plomo en el pasado: no. Aunque tú no lo sepas o aunque no quieras saberlo, aunque no te importe ahora, Otegi, cuando dice "¡A por ellos!", cuando grita "¡A por ellos!", está hablando de nosotros.

Por supuesto, cuando Iñaki Gabilondo le preguntó por la disolución definitiva de ETA, regresó Otegi a su dialéctica sinuosa de la abstracción cortante, diciendo que hay que "resolver todas las consecuencias del conflicto y todos los temas pendientes", equiparando la sangría, los atentados, la extorsión, la muerte colectiva de una sociedad, con la tristeza de los familiares que tienen a sus hijos, a sus hermanos o a sus maridos en una lejanía de cárceles, por la causa menor, para Otegi, de haber arrasado otras familias. No cree que, sin terrorismo, cualquier Gobierno español pueda llegar a ser "más condescendiente con el pueblo vasco y con los presos". Pero la traca viene ahora: ve al pueblo vasco "un tanto desactivado", después de haber salido de la cárcel por haber intentado levantar de nuevo la ilegalizada Batasuna, mientras advierte, atención, que "Cuando el frente independentista pierde el pulso, este país no tiene pulso. Si las opciones independentistas no marcan el pulso, éste es un país que da un tono muy bajo".

O sea, que Euskadi sin independentistas, Euskadi sin lucha callejera, Euskadi sin conflicto, es una región desactivada. O sea, que en Euskadi hay poco más que valles y tapeo tabernario, y a lo mejor ni eso, caserones umbríos y melancolía en la hierba. Vamos, que en Euskadi no hay profesionales, ni profesores, ni escritores, ni tampoco los ha habido. Qué va. En Euskadi, o hay perdigonadas o no hay nada, en un pozo social.

Quizá por eso admite Otegi haber sentido "sana envidia" del proceso independentista catalán, en el que "la burguesía catalana ha llegado a la conclusión de que con el Estado no se puede", dice, cuando ha sido justamente lo contrario: el empresariado catalán no ha visto el negocio, o lo ha visto en peligro, fuera del Estado.

Cuando habla Otegi de "llenar las calles para vaciar las cárceles", ¿aspira a una población de terroristas, a ver si así se activan de verdad? Esto no es la locura, sino frases cargadas de estrategia y maldad. Con tanto cuestionar la Transición, como si quisieran que la historia empezara con ellos y no en el 78, algunos parecen empeñados en querer hacernos olvidar los años del terror, y que España sí es una democracia.

* Escritor