La muerte nace con nosotros porque es parte de nuestra esencia. El tiempo y la edad aminoran su dolor porque el ser humano se acostumbra a la rutina del cementerio. Pero cuando aparece sin que se la espere su zarpa cruel sin miramientos se convierte en tragedia. La que desde el martes llena de llantos esa parte de los Alpes donde se ha estrellado la vida de 150 personas, unas, todavía, en estado de inocencia social. Que ya no están en este mundo. A la muerte se la suele vencer en la religión y el arte, como el sábado pasado en la Mezquita-Catedral (stricto sensu , que la orquesta estaba en la capilla mayor y en el crucero cristiano y casi todo el público en las naves de Abderramán I y las ampliaciones de Alhaken II y de Almanzor) en el concierto de La Pasión de Cristo , donde la pieza de Debney describe la amargura y el entierro de Cristo pero con la resurrección como epílogo. En el resto de menesteres y preocupaciones del ser humano no tenemos constancia de que la muerte haya desvelado sentido o trascendencia alguna. Quizá por eso la sociedad se empeñe --practicando una sana higiene mental-- en vivir en la tierra como si estuviese en el cielo y trata de sacarle partido a lo que tiene enfrente. Quizá por eso han vuelto, envueltos en el tsunami político (pero menos), José Luis Vilches (expresidente de la CECO y de la Cámara de Comercio) y Enrique Bellido, expresidente del PP cordobés, bajo las siglas de Ciudadanos; quizá por eso los conventos cordobeses, el de Santa Cruz en concreto, ofrecen otra perspectiva de los patios, la de que estos espacios sean el mismo cielo; y será lo que se pretenda con la recién terminada restauración del Cristo de los Faroles, que hoy pondrá a prueba la realidad de "resurrección" de su "apadrina un monumento" para que Dolores, Lolas y Lolitas sientan incluso cómo el dolor puede redimir. Es lo que busca en definitiva Córdoba, una ciudad que, huyendo de percepciones estrechas, apocalípticas, catetas y autodestructivas, como la de Vox, espera estar en el foco internacional con la celebración del I Congreso Halal para captar parte de los billones de dólares anuales que se gasta el mundo musulmán. Córdoba ha predicado el cielo de la coexistencia aquí en el encanto de su tierra. Ahora es tiempo de prolongar ese paraíso sin inmolaciones ni martirios en sus escenarios cotidianos en los que se mezclan la belleza, la religión y el arte, como en el cine africano, que empieza a echar raíces entre nosotros. Una manera espontánea de amortiguar el dolor de la muerte cuando llega con estruendo de avión estrellado.