Con la prima de riesgo sucede como con el fuera de juego a las señoras o con el dogma de la Santísima Trinidad: hay que pararse un momento para saber de qué te están hablando. Solo un segundo porque en seguida se comprende que el agua nos llega al cuello. Falta de liquidez, trompazos históricos de la bolsa, zarandeos de la economía norteamericana, abordajes de la piratería financiera... El regreso exprés del jefe desde el Coto de Doñana es solo un síntoma menor de la enfermedad, la maldita crisis que parece haber convertido a sus artífices y a quienes la sufren en un catálogo de curiosidades zoológicas. Zapatero pasó de actuar como el avestruz, escondiendo la cabeza cuando asomaban las orejas del lobo, a convertirse en una especie de capitán Araña. Rajoy y los suyos oscilan entre el papel de perro del hortelano y el de calamar; emplean la táctica de arrojar tinta para enturbiar la coyuntura: adelantar a septiembre las elecciones serviría de bien poco. ¿Y las autoridades europeas? Koalas somnolientos. Comen bambú y bostezan mientras los tiburones chapotean en su estanque. Los de a pie también hemos sufrido hibridaciones y metamorfosis. De cigarras derrochonas, a chivos expiatorios. O los monos del ver, oír y tragar. O burros de carga. Lo peor es que siguen engañándonos al decir que no habrá más recortes. Gane quien gane, Rubalcaba o Rajoy, seguro que desenfundará el machete y arremeterá contra sectores que deberían ser intocables. Con las elecciones en puertas, puede que nos transformemos en una recua de asnos de Buridán, atribulados por la duda. Dice la fábula que, colocado el asno frente a dos montones de heno iguales, no podía decidirse por ninguno. La pobre bestia murió de inanición.

* Periodista