En estos días de guerra y muerte resulta más necesario que nunca reivindicar la memoria de aquellas personas que, en circunstancias parecidas de injusticia y dolor, optaron por defender la vida y la paz. Es el caso de Leoncio Rodríguez Mangas, alcalde socialista de Rute en 1936, al que el Ayuntamiento de esta localidad cordobesa ha decidido homenajear y rescatar del olvido bautizando con su nombre una de las calles de su pueblo natal.

Leoncio pertenecía a una familia rica, un hecho que perfectamente podría haber marcado otro camino vital bien distinto al que recorrió; pero lo cierto es que, a pesar de su acomodada situación, siempre estuvo al lado de los más desamparados (la inmensa mayoría de los trabajadores y jornaleros de entonces), regentando varios bares en los que nunca faltaba algo de calor, un plato de comida y un trato humano para todos. Ni que decir tiene que semejante negocio fue su ruina. En uno de estos bares fundó el PSOE de Rute y la UGT, al frente de la cual se situó su hijo Juan José. En 1936 fue elegido alcalde de Rute. Con el alzamiento franquista del 18 de julio, la sociedad ruteña salió a la calle armada de hachas, estacas y alguna que otra escopeta, dispuesta a enfrentarse a la Guardia Civil. Desde un balcón del Ayuntamiento, Leoncio arengó a la masa para convencerla de que volviera a sus casas, llegando a bajar a la calle para enfrentarse a los más exaltados y lograr, al fin, que desistiesen de propiciar el enfrentamiento.

De esta forma, el alcalde evitó en Rute una matanza segura y entregó pacíficamente el Ayuntamiento. Sin embargo, como suele ocurrir en estos casos, la virtud se paga con el odio, y a él le infligieron el mayor de los castigos: perdonarle la vida para condenarle a vivir el dolor de ver cómo se llevaban a su hijo Juan José en esos camiones sin retorno, rumbo a la cuneta y el fusilamiento. Pero el tiempo pasa y, aunque a veces tengan que transcurrir demasiados años, al final la Historia suele colocar a cada uno en su justo y merecido lugar. Leoncio Rodríguez cuenta hoy con la gratitud de sus paisanos y paisanas, con el reconocimiento de su pueblo. Ya ha dejado de ser el alcalde olvidado. Esa es su victoria tremenda y definitiva, su triunfo sin paliativos. Otros, aquéllos que promueven las siempre injustas e inhumanas guerras, deberían aprender que el tiempo, más tarde o más temprano, acabará derrotándoles.