Tras los recientes ataques de los yihadistas al semanario satírico Charlie Hebdo hay un objetivo inmediato, apoyar a los musulmanes ilustrados contra los fanáticos. Pero hay otra cuestión más fundamental a resolver en el largo plazo: acabar con esa presunta fuente de conocimiento que se denomina "fe". El que mejor mostró en qué consiste fue Tertuliano, que confesaba creer en el cristianismo porque ¡era absurdo! A más absurdo, por tanto, más creencia. La fe es un compromiso irracional con un sinsentido.

Las religiones se basan en la fe para dar respuesta a las grandes cuestiones filosóficas.

Fundamentalmente buscamos una respuesta a por qué hay un orden físico y un orden ético en el mundo. Kant sintetizó nuestra investigación para encontrar una solución al enigma en una bella sentencia "Dos cosas llenan mi ánimo de admiración y respeto: el cielo estrellado que está sobre mí y la ley moral que hay en mí".

Pero para responder a dichas cuestiones la filosofía, en alianza con la ciencia y el arte, no echa mano de la fe sino de la razón, donde no hay dogmas que valgan ni supersticiones que defender a tiros. La pregunta por el sentido de la vida es una interesante cuestión pero la religión es una mala y, en vista a los resultados, perversa respuesta. Se trata, de nuevo con Kant, de atreverse a pensar sin dejarse llevar por líderes mesiánicos o tenebrosos iluminados. La prueba del algodón está, como tristemente nos muestra el affaire Charlie Hebdo , en la risa. Como reza el famoso aforismo del filósofo rumano E. M. Cioran "todas las religiones son cruzadas contra el humor". A diferencia de todas las sectas religiosas, de las cristianas a las musulmanas pasando por las judías o budistas, tanto las figuras filosóficas como científicas pueden ser puestas en solfa ya sea desde la crítica o desde la burla. No hay ningún problema por parte de los racionalistas en que el científico más relevante de los últimos dos siglos, Charles Darwin, sea dibujado como un chimpancé pedante en la botella de anís del Mono. Incluso nos compraremos una botella para enseñar a nuestros amigos a qué grado de alcoholismo puede llevar la ignorancia.

Después de haber sido devastada durante siglos por guerras de religión entre cristianos, Europa se asoma de nuevo al peligro del integrismo religioso, en este caso de raíces musulmanas. Y pasado mañana será hindú o budista. A menos que el espíritu de la Ilustración que comenzó hace relativamente poco, un par de siglos, siga con su labor de zapa escéptica, haciendo que haya más ateos y agnósticos que sean capaces de construir el significado del mundo a partir de la fuerza y creatividad de un intelecto honesto en lugar de buscarlo en instituciones tan obsoletas como neuróticas, y por tanto peligrosas para la convivencia común, como han demostrado ser las religiosas. El "nuevo ateísmo" (con pensadores como Daniel Dennett, Richard Dawkins o Sam Harris) puede ser excesivamente militante y agresivo pero no cabe duda de que como dice el sociobiólogo E. O. Wilson en su última obra, The meaning of human existence, ha llegado el momento de avanzar en la secularización mediante la educación en el método científico y filosófico para disminuir, hasta el punto de llegar a eliminar, la fe religiosa.

El primer mandamiento en todas las religiones es el amor a dios sobre todas las cosas. Por dicho amor Abraham no dudó ni un momento en tratar de matar a su propio hijo, Isaac. Por amor a dios los yihadistas pretenden asesinar a todos aquellos que consideran blasfemos. Por amor a dios se han cometido tantos crímenes que solo la ceguera y la sordera que induce la fe pueden tapar los gritos de las víctimas y las montañas de cadáveres sobre los que se ha edificado ese símbolo sobrenatural que escriben con pretenciosidad y soberbia con mayúscula: "Dios". Desde la razón, por el contrario, junto a la creatividad de la imaginación, es decir, desde la filosofía, la ciencia y el arte caben respuestas naturales al enigma de la existencia humana. Que no pasa por temer a un ficticio ser sobrenatural, por supuesto, sino en respetar en el prójimo aquello que le hace ser a él mismo un real "dios" (con minúscula) inmanente: la capacidad de razonar junto a la voluntad de amar. El resto es folclore y superstición. Y, lo que es peor, crímenes y castigos.

* Profesor de Filosofía