Si observamos la realidad veremos que el mundo de las relaciones laborales ha sido llevado a unas normativas retroactivas que nos recuerdan al pasado, y que en suma significan limitar la libertad de los trabajadores, que lleva consigo al mismo tiempo la anulación de las utopías de mejora permanente de los estatutos y derechos laborales, resumida en ofertas como ofrecer 600 euros por 11 horas de trabajo, o bien no encontrar trabajo y recibir unas ayudas económicas temporales, incluso quedarse en la nada. No cabe duda de que hay una creciente brecha abierta entre lo que hay que hacer y lo que puede hacerse, lo que importa de verdad y lo que cuenta para quienes hacen y deshacen. De manera que hemos regresado al mundo que describía Hobbes para justificar la más flagrante desigualdad, en la que el otro es una amenaza y la solidaridad utópica una falacia. El objetivo ya no es conseguir una sociedad mejor para todos, sino mejorar la propia posición individual dentro de esa sociedad. Es por esto por lo que hoy se hace necesario buscar referentes que alumbren y colaboren a frenar esa retroactividad que descarta a los débiles. Por tanto, la Iglesia tiene una Palabra que decir, un anuncio que proclamar: el Evangelio del Trabajo presente en la encíclica Laborem exercens de Juan Pablo II : “Como he afirmado en la encíclica ,decía Juan Pablo II, existe un Evangelio del Trabajo inscrito en la totalidad del mensaje evangélico. Un Evangelio del Trabajo que Cristo escribió con la propia vida, y después, con toda su enseñanza y con su vida laboral

En referencia a la crisis económica apunta que la solidaridad es el camino que hemos de recorrer todos para superarla. «En el Evangelio del Trabajo tenemos el ejemplo más convincente de solidaridad; Jesucristo, por solidaridad lleva, como uno más, una vida de trabajo como carpintero de Nazaret. Jesucristo es el mejor ejemplo de solidaridad sin fronteras, que los trabajadores están llamados a seguir e imitar. Dondequiera que un hombre o una mujer desarrollan su actividad, ahí está presente Cristo». Sobre el paro, dirigiéndose a la Conferencia Internacional del Trabajo, Juan Pablo II afirmó: «La solución debe encontrarse en la solidaridad con el trabajo, es decir, aceptando el primado del trabajo humano sobre los medios de producción y sobre las exigencias de la producción o las leyes puramente económicas. La persona constituye el criterio primero y último para la planificación del empleo; la solidaridad con el trabajo constituye el motivo superior en todos los intentos de solución y abre un nuevo campo a la ingeniosidad y a la generosidad del hombre». Y todo esto: «Por encima de los sistemas, regímenes e ideologías que intentan regular las relaciones sociales, de la solidaridad del mundo del trabajo, ya sea manual o intelectual». Yo terminaría con unas palabras del Papa Francisco que dijo en Lampedusa: Este mundo no tiene futuro, porque la gente no tiene dignidad sin trabajo .Trabajo quiere decir llevar el pan a casa, amar, dignidad...

* Estudios de Licenciatura en Ciencias Religiosas