La Europa del euro no deja de sorprender. Hemos armado un club muy heterogéneo con la misma moneda pero no política fiscal ni condiciones para emitir deuda pública. Ningún país quiere dejar de controlar su jardín ni de satisfacer a sus lobis. Nadie quiere reducir a la mínima expresión sus administraciones para convertirlas en apéndices de una estructura europea. No tenemos un equivalente a la Reserva Federal americana y todos los países tienen mirada corta y vuelo gallináceo, y además muchos, sobre todo los del sur, lo que querían, más que reconstruirse, era aprovecharse de las ayudas y la coyuntura cuando el viento iba a favor. Ahora que la veleta ha girado, reina la desconfianza tras detectarse trampas y corruptelas. Ante la fragilidad del invento y la incapacidad de los países para fusionarse en uno, solidario, responsable y mínimamente unificado, los mercados buscan su beneficio en el capitalismo de casino que vivimos mientras Europa enseña sus costuras y los países ricos aguantan el tirón.

Hay partes de esta Europa que están técnicamente en quiebra. Países que, como nosotros, deben más que lo que generan. Mientras obedecen las instrucciones de Bruselas pueden seguir con respiración financiera asistida en el primer mundo. La Europa del euro la crearon países que nunca quisieron dejar de ser ellos mismos con sus desequilibrios y pufos para aspirar a ser algo mayor y mejor. La crearon sin normas de salida, y ahora la inconsistencia e incapacidad del Gobierno de Syriza para contarles a los griegos el porqué de donde están ni de darles soluciones nos enseña nuevos escenarios del club.

Aupada por la rabia, Syriza ha vendido humo, tan tóxico, que ha envenenado las ilusiones de muchos griegos diciéndoles que su futuro podía ser bueno a corto plazo. Hasta ahora se pensaba que en el club del euro se podía estar si cumplías lo acordado (obedecer cuando eres deudor) o salir de él y vivir en el limbo con una moneda hiperdevaluada como el dracma. Te sirve para el consumo interno, pero te condena ya que tu deuda es en euros y te complica sobremanera las importaciones. Con los griegos estamos a punto de comprobar cómo se puede estar en quiebra y mantener la moneda en un escenario apocalíptico. Bancos cerrados y pronto quebrados; ciudadanos con euros en el bolsillo o bajo el colchón; una economía cada vez con menos volumen y transacciones exteriores. Un zombi que deambula con la sonrisa forzada de Tsipras y el enigmático entrecejo de Varoufakis. Los griegos eligieron mal a sus jugadores de póquer para una partida muy difícil, al saber sus rivales que iban con malas cartas, y encima jugaron con mucha agresividad su farol. Tal vez Varoufakis vuelva al Manhattan donde vivía holgadamente y olvide la pesadilla. El resto de los griegos están a las puertas del infierno.

* Periodista