El domingo pasado celebró la Iglesia la fiesta del Domund. El lema de este año era Renacer la alegría . Sí, renacer la alegría a pesar de que los pobres,concretamente en Africa, están sufriendo enfermedades como el sida, la malaria, guerras, y ahora el ébola, que apenas fueron noticia mientras no se acercaron a nuestro primer mundo, satisfecho y opulento. Paradójicamente, abundan las armas en todos los lugares de conflicto. No se escatiman asesinatos en masa y hasta se obliga a la población infantil a tomar parte activa en los conflictos bélicos. Hay dinero para armamento, pero no hay dinero para comida, ni para medicinas, hospitales, personal cualificado...

El virus del ébola no es nuevo. Surgió por primera vez en el año 1976 en Sudán y República Democrática del Congo (antes Zaire) y posteriormente se fue extendiendo por otros países africanos como Gabón, Uganda, Guinea Conakry, Sierra Leona, Liberia, Nigeria... Hasta que en este mismo año llega a EEUU y ahora a España. Es muy triste comprobar cómo durante todos estos años han ido muriendo miles (más de 4.000) en esos países africanos sin que aquí en este mundo occidental nos hayamos preocupado lo más mínimo. No obstante, a pesar de estos males, hay motivos de que la alegría renazca gracias a que "Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría", dice el Papa Francisco al comienzo de Evangelii gaudium . El fin de la actividad misionera es, precisamente, ayudar a extender esta alegría, anunciando a todos la posibilidad de nacer y renacer al encuentro con Dios. Los misioneros, llenos de alegría, comparten con los más pobres su experiencia de encuentro con Cristo. Los que reciben este anuncio y abren su corazón a él, también acogen con alegría la Buena Noticia de la salvación. Cuál es el origen de esta gran alegría: "Saber que el Señor nos ama, acoger el don gratuito de su amor es la fuente profunda de la alegría de aquel que vive de la palabra. Comunicar esa alegría es evangelizar", y además, nos invita a participar en ella: "¿Por qué no entramos también nosotros en este río de alegría?". "El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada" (Exhort. Ap. Evangelii gaudium, 2). Los obispos tienen la tarea de promover la unidad de la Iglesia local en el compromiso misionero, teniendo en cuenta que la alegría se expresa también en una salida constante hacia las periferias del propio territorio, donde hay más personas pobres en espera.

Desde estas líneas me atrevo a lanzar una llamada a todas las personas de buena voluntad y en especial a nuestro colectivo cristiano para que practiquemos la solidaridad y la generosidad, colaborando económicamente con estos misioneros que luchan contra esas enfermedades y guerras en países africanos y se ven obligados a actuar en situaciones de extrema carencia y hasta con la muerte en los talones.

* Licenciado en estudios de Ciencias Religiosas