Si cualquier tiempo vale para ser sorprendidos por la terrible caída en depresión, el equinoccio de otoño se asocia al equilibrio, dada la misma duración del día y la noche, cambios que producen un efecto muy particular en ciertas personas: la llamada depresión otoñal.

Los síntomas más frecuentes suelen ser la desmotivación, la sensación de tristeza y la reducción de energías. Estos síntomas no son alarmantes y en la mayoría de los casos pueden ir desapareciendo según la persona se adapta a la nueva situación. Es decir, nuestro reloj biológico personal se disloca hasta lograr fijar de nuevo la hora del otoño, siendo este uno de los más graves momentos llamado por los científicos, crítico. De ahí que la depresión nos sorprenda, dejándonos exhaustos y a merced de la astenia más absoluta.

Este sentir tristeza, desgana, depresión, si bien puede ser una reacción al cambio no por eso deja de tener connotaciones como la enorme impotencia que el deprimido siente. La función humana es obrar y querer, porque los músculos gobiernan la acción, y el sistema nervioso provoca automáticamente el acto volitivo. Pero hace falta que ambos estén en buen estado, ya que de lo contrario se produce el desequilibrio, la enfermedad, la depresión...

El gran profesional de la psiquiatría cordobés Pepe Aumente me repetía, ante mi depresivo estado en esta época: equinoccio de otoño; pasará. Los profesionales, los medicamentos, la familia pueden constituir una gran ayuda pero salir de esta depresión, como de otras es, ante todo, un titánico esfuerzo personal que debe empezar por tomar conciencia de si mimo, algo que se obnubila totalmente, de forma que los primeros pasos habrá que darlos, tal vez, de manos de la medicina.

De todas formas, tranquilidad, porque nuestros biorritmos se estabilizarán y volveremos a sentirnos bien. «A veces lo que una persona necesita no es una mente brillante que hable, sino un corazón paciente que escuche».

* Maestra y escritora