Mi escritor, ya puedo llamarte así, porque, aunque no te conozca directamente, creo que nuestras almas se conocen desde hace mucho tiempo. Con una simple mirada captaste mi esencia. Quizás en otra vida hemos vivido muy unidos. Ya sabrás que soy la mujer del parque. Vuelvo a escribirte porque así me siento muy acompañada. No quiero que te olvides de mí. Con tus palabras y tu alma, tan llena de amor, has conseguido abrir mi corazón para que no se convierta en piedra. No sé por qué he decidido escribir esta carta. Estaba sentada delante del ordenador, mirando la pantalla como si mirase a la nada, y de repente mis dedos han empezado a teclear. No sé lo que me gustaría que tú y tus lectores supieseis de mí. Igual nada o quizás todo, para poder liberarme de una vez de todo lo que mi corazón esconde. Los secretos son muy duros de llevar. Soy una mujer como muchas. Ahora vivo un momento de mi vida en el que estoy intentando salir de una situación personal que ya no me da nada. Alguien llama a esta situación «cómodo agujero». Es posible que sea así. Allí ya no hay emociones, sentimientos, vida, y esto podría darme tranquilidad. Alguien diría que es la tranquilidad de la muerte. Pero lo que hay fuera me asusta. El temor a equivocarme es muy grande, y a veces me parece que todo lo que toco bajo el concepto de amor se transforma en sufrimiento. Mi escritor, a ti, que crees tanto en el amor, te pregunto: ¿Qué es el amor? Quizás tendría que empezar a abrirme a la vida, pero también te digo que amar en libertad es difícil para mí. ¡Tengo tantas cadenas interiores! ¿Cómo puedo pedir a alguien que me espere? Mis cadenas y miedos son difíciles de concebir. No quiero que los demás sufran; no lo puedo permitir; no puedo ser egoísta. Mi escritor, no te escondo que parte de responsabilidad de esta crisis sobre el amor y mi vida es tuya, pues con tus palabras has querido que yo crea en el amor. Pero también te digo que quizás algún día te daré las gracias por haber despertado en mí este sentimiento, para que mi corazón no se convierta en piedra. En tu último artículo hablas de un muro difícil de derribar. Te confieso que yo también lo tengo en mi alma y en mis pensamientos. Es una defensa que me está quitando la vida. Tengo fe en que me salga la fuerza para abatirlo.

* Escritor