Este Primero de Mayo ha llegado con un clima distinto. A la reivindicación de años anteriores (salarios dignos y recuperación de los derechos perdidos) se sumaba el malestar, evidenciado en las calles, de los pensionistas y de las mujeres, que los sindicatos han intentado aglutinar. Y ha llegado con un clima distinto porque, igual que ocurrió en los primeros años de la crisis, la sociedad está lanzando un mensaje a los políticos sobre lo que realmente importa en estos momentos. Si en aquellas manifestaciones los ciudadanos no obtuvieron otra respuesta que el mantenimiento de la reforma laboral y los recortes, en este momento la recuperación económica da más fuerza a los que claman contra la desigualdad, que sigue creciendo, y exigen pensiones justas. A ello se suma una mayor concienciación sobre la situación de desigualdad real de las mujeres, dispuestas a mantener su reivindicación tras el éxito del pasado 8-M.

Así, tanto en Córdoba como en España los mayores y las mujeres han tenido un papel protagonista en las manifestaciones, que, a pesar de ello, no han sido masivas, si bien la convocada por UGT y CCOO en Córdoba capital superó la del año pasado. Una vez más, hubo división sindical, con una segunda manifestación, más reducida, convocada por CGT, CNT, CTA, SAT y Ustea. Una división incomprensible por más que pueda tener múltiples explicaciones. Lo cierto es que en España la asistencia a las manifestaciones no ha sido muy alta, lo que vuelve a poner sobre la mesa la debilidad de los sindicatos y la necesidad de que actúen para recuperar respaldo, pues son organizaciones imprescindibles para negociar mejores condiciones para trabajadores, pensionistas y conjunto de la sociedad.

El crecimiento económico español se traduce en precariedad y en el aumento de la desigualdad, lo cual, unido a los estragos que dejó la crisis, dibuja un panorama muy preocupante. De ahí que el 64% de los jóvenes parados están dispuestos a migrar para hallar una mejor salida laboral, o que España supera en 14 puntos la media europea de trabajadores dispuestos a abandonar el país para encontrar trabajo. El éxodo de trabajadores, en muchos casos una fuga de talento y personal cualificado, no tiene fin, y es proporcional a la precariedad, los sueldos menguantes y la sensación de desesperanza en el mercado laboral que se impone en España. No es extraño, pues, que este 1 de mayo los sindicatos hayan exigido mejoras salariales y que el crecimiento económico se traduzca en reducir la precariedad y las desigualdades. Bien harían el Gobierno y la patronal en escuchar sus reivindicaciones, ya que para paliar algunos de los males que afligen la economía española es imprescindible que los asalariados recuperen poder adquisitivo.