El Sevilla afronta hoy en Vilna un partido en el que no tiene margen de error ni para la relajación, después de la victoria por la mínima (1-0) ante Zalgiris en la ida de la tercera ronda previa a la fase de grupos de la Liga Europa, si quiere seguir vivo en el torneo del que es pentacampeón.

Hace una semana en el Sánchez Pizjuán se vio que el Sevilla es superior al rival lituano, pero la falta de puntería hizo que el partido siempre estuviera ajustado en el marcador y que, incluso, el Zalgiris se envalentonara con el paso de los minutos y gozara de más de una ocasión de marcar, algo que impidió el nuevo meta del conjunto hispalense, el checo Tomas Vaclik.

Con la lección aprendida, la formación que entrena Pablo Machín viaja a la capital lituana también con el dato a favor de que no encajó en la ida, lo que puede ser importante, sobre todo si el equipo es capaz de marcar.

El preparador soriano tiene ahora que gestionar bien la distribución de minutos en un calendario oficial ya muy saturado de partidos oficiales, pues en Vilna será quinto en este inicio de temporada.

Después de comenzar el camino y superar al Ujpest de Bucarest con mucha suficiencia (7-1), la segunda eliminatoria, de las tres que debe pasar para estar en la fase de grupos, no se encarriló el pasado jueves, aunque el equipo no tuvo mucho tiempo para lamentarse.

Machín y sus futbolistas se centraron al momento en la Supercopa de España que disputaron el domingo en Tánger (Marruecos) ante el Barcelona.

Con esas sensaciones viaja ahora y en esta ocasión sin poder especular demasiado con el once titular pese a que el próximo domingo ya tiene el primer compromiso de LaLiga Santander, en el campo del Rayo Vallecano.

A estas complicaciones se añade que el terreno de juego del Estadio de la Federación Lituana de Fútbol (LFF) es de césped artificial, superficie a la que están poco acostumbrados en el fútbol profesional español y sí mucho más en los países bálticos.