Mientras escribo, apoyado en un asiento gris, frío y sucio, pienso en Maxi y su bar, a la entrada de Las Hurdes, la comarca más pobre de Extremadura. Hay un cartel que anuncia un partido de fútbol. El cartel es siempre el mismo, rodeado por los bordes de pequeños anunciantes y el nombre de Las Hurdes CF en grande. Junto a él, una pegatina. La pegatina se cambia cada semana. Mejor dicho, se superpone con el nombre del rival de turno.

El bar está vacío y en la tele hablan del tiempo. Le pregunto a Maxi qué equipo es Las Hurdes, si no hay ningún pueblo que se llame así. Resulta que representa a toda la comarca, que no suma ni 5000 habitantes. En la pegatina pone Jaraíz. El partido se jugó hace dos semanas, pero nadie se ha molestado en cambiar el cartel. Realmente, tampoco hará falta.

- Pues nos llevamos los tres puntos.

- ¡Vaya!

- No sé si por uno o por dos tantos.

- ¿Ah, que estuvo allí?

- ¡Claro, voy siempre que puedo!

A Maxi, que mide con lentitud cada palabra, no le pega ir al fútbol, pero en un pueblo tan chico, quizá sea su escape. Maxi se queja de que el equipo ya no lo forma gente de la zona.

- Tenemos hasta un senegalés.

- ¿Y el campo es de césped?

- En eso estamos.

Me lo imagino yendo al partido los domingos, con la digestión hecha, saliendo unos minutos antes de su casa, a pie, colocándose en la única grada del campo, sin apenas sufrimiento, porque el sufrimiento solo llega cuando esperas algo de alguien.

Maxi no se acuerda del resultado de hace dos semanas. Creo que en el fondo le importa poco. Yo tampoco me acuerdo del último partido en El Arcángel. Y no es fácil hacer memoria con el volumen de los altavoces; me están volviendo loco. Encima, bachata. Angustioso. Tanto, que estoy deseando que empiece el segundo tiempo.

Seguro que en Las Hurdes no ponen partidos a horas demenciales, seguro que el poco sol de invierno lo aprovechan, no como aquí, que parece que nos encanta echar vaho.

El vaho es bonito si hay una chimenea.

Ninguno de mis amigos ha venido al fútbol. Para más inri, comienzan a mandar fotos por el grupo de whatsapp, posando ante un espejo, brindando con vasos de chupitos. Simulan un marcador con los dedos. Dos. Es obvio que no son goles. Mientras veo la foto me hago una pregunta:

¿Cuánto más aguantaré?

Comienza el 2017. Me niego a hacer listas absurdas por un simple cambio de número. Lo mejor será no desear nada, nada que no dependa de uno mismo. E ir al fútbol como Maxi, sin expectativas, sin preocupaciones, sin saber el rival, y con memoria de pez.

La memoria de pez es fundamental.

Gracias a la memoria de pez podremos volver cada quince días.