Para detener el tiempo no hace falta irse a un poblado, basta con variar la ruta y bajar por la espalda de Santa Marina; por la penumbra, sin un solo coche, cuidado con el pavés que resbala, el sonido del televisor por la ventana del salón, incluso una conversación con claridad, calles que no sabes muy bien adonde van, te pierdes, oyes una campana, te vuelves a orientar, pocas luces encendidas, ni una bufanda, aquí no existen.

Para modificar la rutina hay que cambiar el chocolate por trufas, el bocadillo por un plátano, el anfiteatro por el fondo.

El semáforo es quien te devuelve a la ciudad.

-- ¿Vas al fútbol?

-- ¡Ni loca! Hoy de domingo.

La rutina decía que hoy era domingo de sofá porque ya nos tocó ir el pasado. Pero no.

Vamos a llegar más tarde, a ver qué pasa. El tráfico ha desaparecido y un hombre discute con los porteros. La de seguridad se sorprende de que lleve trufas en la mochila y a un muchacho le obligan a quitarse la gorra para pasar por los tornos.

¿Y qué pasará si no miras donde lo hace todo el mundo?

Que Razak se pone de rodillas en el penalti, que hay mucha gente que no se levanta para celebrar el gol, que alguno ni aplaude, que el hijo de Emilio Vega le da unas gafas a Florin para que festeje su tanto, que el mismo que no aplaude en el primer gol tampoco lo hace en el segundo --qué rutinarios somos para todo--, que el que grita lo hace con la misma intensidad, que la megafonía es muy pesada repitiendo el nombre de los goleadores, que se vitorea un gol a Las Palmas, que si miro solo a la preferencia parece un campo grande, que el minuto 30 ya parece el 80, que por la esquina del fondo sur entra aire, que hay gente que imita los movimientos del portero, que hay familias que retratan su paso por El Arcángel con una sonrisa, como si fuera un acontecimiento.

Que son muy pocos los que saben estar sentados sin hacer nada en el descanso, sin la tentación del móvil, que me dan ganas de comer Doritos, que es muy obvio cuando el equipo se toca las narices, que si en vez de siete trufas tuviera doce, me tomaría las doce, que calentar en la banda es tremendamente aburrido y hasta una bolsa te distrae, que o se me han caído trufas o he contado mal. Que Florin abraza a Xisco cuando este falla, que el tiempo parece que no pasa, que me empieza a doler la barriga, que para ver los ataques del Córdoba en el fondo sur hay que ponerse de pie, que hay esquinas del estadio que dan pena, con hierros que sobresalen.

Que tengo que elegir bien cuándo me tomo la última trufa, que Gálvez aplaude a Caballero, y el fondo también, que está muy feo cantarle al rival "¡a Segunda B!", que el marcador pone 3--1 y creo que está equivocado porque no me he enterado del gol del Mallorca, que De Tomás deambula por la banda, deprimido, que hoy creo que no voy a cenar, que el estadio se vacía, que Stankevicius regala la camiseta, que Pedro Ríos se lleva una pancarta, que mañana es lunes, pero ya un lunes de verdad.

Que ya no tenemos que volver hasta dentro de tres semanas.