Obra: 'La Plaza del Diamante'.

Adaptación y dirección: Joan Ollé.

Sobre la novela de: Mercè Rodoreda.

Actriz: Lolita Flores.

Lugar: Gran Teatro de Córdoba.

Fecha: Sábado, 10 de octubre.

La novela de Mercè Rodoreda es suficientemente conocida como para saber que esta adaptación teatral es, cuanto menos, de gran dureza. Joan Ollé conoce bien el texto de la novelista catalana y lo reduce para su puesta en escena a no más de veinte folios, suficientes para que aflore con fuerza la protagonista. En la caja negra del escenario, un banco deteriorado de un parque y una guirnalda de luces de colores arropan de forma minimalista al personaje de La Colometa. Nada más necesita Lolita Flores para encarnar este personaje, con su moño, su falda recatada y su jersey de lana. Está sentada, como abrazándose a sí misma, y nos cuenta sus vivencias de joven catalana en la pre y posguerra civil que bien podría ser andaluza, manchega, gallega o de cualquier otro lugar de nuestra geografía.

Porque el texto de La Plaza del Diamante habla de la soledad y de los conflictos internos de la mujer de clase obrera y media baja. Lolita Flores acepta este reto desde una pureza que salva en muchas ocasiones un texto un tanto árido poniéndose en la piel y el alma de una Natalia cambiante con su vacío existencial que, frente al espectador, crece, madura y envejece.

Muestra cómo le influye la muerte de su madre y de qué manera repercutirá en sus relaciones con el sexo contrario. Lolita se transfigura, se transforma para presentar a esa Natalia que se encuentra sola e indefensa ante el mundo, desde que Quimet la sacara a bailar en la verbena; su posterior matrimonio, donde muestra que la maternidad es cuestión de género y a través de la que su marido la anula, hasta que su segundo marido, Antoni, pone fin a su ciclo maternal debido a su impotencia. Con distintos timbres de voz que le salen de lo más adentro, Lolita presenta a los personajes que la acompañan: la señora Enriqueta, sus hijos, el propio Quimet, y el tendero que evitará que Natalia mate a sus hijos con salfumán.

La actriz huye del melodrama en este texto lleno de metáforas maternales, con un fondo político y social que utiliza las palomas y cómo acabar con ellas a modo de alegoría de la opresión, y presenta a Rita, la hija, como prototipo de la mujer nueva.

Una excelente puesta en escena, si acaso algo estática, que resalta por ello la magnífica interpretación interior de la protagonista hasta que regresa a la Plaza del Diamante y grita desde las entrañas para liberarse.

No me gusta terminar así, pero ya raya en la estupidez lo de los móviles, no solo vibran, que también se aprecia, sino que hasta tres veces sonó un mismo teléfono. Falta de respeto total y absurda hacia actriz y público.